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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

El Hijo del carpintero

26 de diciembre de 2014 - 00:00

Los entontecidos por el poder y la soberbia te perseguían, aún antes de que nacieras. No podían aceptar a un nuevo Rey. Por eso dieron la orden de matarte. En esas dolorosas circunstancias, tus padres tuvieron que abandonar su modesta casa. En tierra extraña, no tuvieron en donde hospedarse. No hubo sitio para ellos, no hubo sitio para ti. En un corral en donde estaban asnos, ovejas y vacas, encontraron un pequeño rincón. En ese rincón naciste.

El peligro pasó. En el pequeño pueblo llamado Nazaret, tuviste una niñez pobre; tus amigos tenían tu misma condición. Los niños ricos – desde luego - vivían en otros barrios. En el taller ayudabas a tu padre a medir, cortar, cepillar y dar el acabado a las obras que encargaban los vecinos. 

A los treinta años iniciaste tu extraordinaria tarea: dar a conocer los principios fundamentales de la Revolución de la Solidaridad. Tu ´gabinete´ de trabajo estuvo integrado por gente sencilla. No fue difícil estructurarlo porque a los elegidos simplemente les dijiste: “Deja todo y sígueme”. Al escuchar las Buenas Nuevas, la gente empezó a respetarte, a admirarte. 

Cuando, látigo en mano, expulsaste a los mercaderes y cambistas codiciosos del Templo, firmaste tu sentencia de muerte porque destruiste sus negocios. En cambio, el pueblo te creía, te seguía, te amaba. Por eso los lacayos del imperio te declararon blasfemo y subversivo. La conspiración comenzó: las cúpulas religiosas y los políticos serviles te declararon su enemigo.

En todas partes hay traidores y tu grupo más cercano no fue la excepción. Treinta monedas fueron  suficientes para despertar la codicia y adormecer los principios.

Se inició el juicio: de los tribunales de tu país, te pasaron a las leyes de Roma. Luego del lavatorio de manos del representante del imperio, tus compatriotas te condenaron a morir en una cruz.

Afortunadamente, tus mensajes los transmitieron y los seguirán transmitiendo Helder Cámara, Leonardo Boff, Frei Betto, Óscar Romero, Leonidas Proaño, Pepe Gómez, Alberto Luna y otros más. Actualmente, al Papa Francisco las élites le dicen comunista. Es una buena señal. Eso quiere decir – inequívocamente - que se preocupa por los desposeídos del planeta.

La palabra del Hijo del carpintero está presente en la Teología de la Liberación, en la Iglesia de los Pobres. 

En estos tiempos, la celebración de tu cumpleaños la han convertido en un gigantesco mercado. Te han dejado, nuevamente, abandonado en un rincón. Los codiciosos se han ´ modernizado´: ahora someten gobiernos y quiebran países. Es probable que en el mundo actual el látigo no sea suficiente.

Si retornas hoy, te declararán subversivo comunista y te condenarán nuevamente a la muerte. Pero esta vez Tú los derrotarás, porque serán millones de expoliados, invadidos, torturados, desempleados, hambrientos e indignados, los que formarán parte de tu ejército victorioso.

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