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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

El fútbol, ¿deporte o supernegocio?

10 de julio de 2014

Tomando en préstamo de Marx una célebre frase suya, alguien dijo años atrás que ‘el fútbol es el opio del pueblo’. Dan para creerlo los acontecimientos relacionados con la Copa del Mundo, que se disputa en Brasil. No importa el hambre que padecen centenares de millones de seres humanos, el genocidio de pueblos enteros en África, las guerras desatadas por el imperio y la OTAN que han retornado a Irak y Libia a la Edad de Piedra, el éxodo de niños pobres de Centroamérica y México a Estados Unidos, con la atroz secuela de represión policial contra ellos y despiadada deportación. Tampoco importa que la explotación brutal del planeta y su contaminación imparable amenacen con extinguir toda forma de vida en la Tierra. Lo único importante es el fútbol, y lo es a tal punto que una alegre propaganda mercantil divulga un nuevo principio científico: el mundo no gira alrededor del Sol sino de la pelota de fútbol.  

Es que lo que nació hace más de cien años en Escocia como un bello deporte que conjugara las virtudes del atletismo con los atributos de la inteligencia humana, se ha convertido cada vez más en un negocio multinacional gigantesco, y si usted lo duda, amigo futbolero, pregunte usted a Coca Cola cuántos millones de botellas ha vendido en el evento, o bien a Adidas cuántos cientos de millones le ha producido la Copa del Mundo gracias a la venta de pelotas, zapatos, camisetas, zapatillas, etc., etc. ¿Y las ganancias de los hoteles de cinco estrellas, o de los monopolios aéreos, los casinos y las grandes licoreras?

Sí, es cierto que la economía de numerosos países se ha reactivado con motivo de la Copa del Mundo, y que algunos centavos han caído en los bolsillos de los pobres mientras chorros de nuevos beneficios han inundado las arcas de los negocios de élite.

Por otro lado, un negocio de tales proporciones tenía por fuerza que dar cobijo a una escandalosa corrupción que canaliza millones incontables y que involucra con frecuencia a magnates del deporte, directores técnicos, árbitros y jugadores. El caso de partidos arreglados (o amarrados) es perfectamente conocido en todas partes y el insólito resultado del cotejo Alemania-Brasil (7 goles a 1), con razón o sin ella, sobre la base de estos antecedentes, ha echado a rodar una enorme ola de rumores. Y es que resulta perfectamente sabido que ciertos capos de la FIFA frecuentemente demuestran ser capos de nuevas mafias. Desde luego, los grandes medios privados han contribuido fuertemente a la corrupción dentro del fútbol, mediante la glorificación de directivos, astros y banqueros dedicados al suculento negocio, dentro del cual -además- consta el involucramiento del narcotráfico, como se ha visto en Colombia, donde los dineros sucios de más de un Pablo Escobar han rodado tanto como la pelota.

En nuestro medio nacional, en la escala correspondiente, se ha reproducido toda esta clase de perversiones, donde hace falta montar una veeduría ciudadana que supla las falencias y la vista gorda de las autoridades del deporte. Los cambios sociales, los que se busca con las transformaciones educativas y culturales, deben incluir también la formación de un deporte ético, practicante de la dignidad humana.

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