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El Telégrafo
Fander Falconí

El Estado emprendedor

12 de agosto de 2015

El neoliberalismo está a favor del mercado libre y de la no intervención del Estado en el proceso económico. Bajo esta lógica, el Estado debe actuar solo cuando hay ‘fallos’ o ineficiencias de mercado, es decir, cuando no se cumplen los supuestos de la competencia perfecta. Sin embargo, los neoliberales han utilizado a sus anchas al Estado cuando lo han necesitado (la máxima que mejor se adapta a esta práctica usual es socializar riesgos y privatizar ganancias, y si no recordemos el costoso salvataje de fines de la década de los noventa en Ecuador), y, más que todo, para fortalecer el proceso de híperacumulación del capital.

En contraposición a ese Estado sumiso al capital supranacional, Mariana Mazzucato, catedrática de la universidad inglesa de Sussex, propone un Estado emprendedor. La economía convencional tiene poca estimación a los gobiernos y por eso los relega al papel de bombero: solo debe actuar en emergencias. El Estado debe ser innovador de la economía y debe crear mercados nuevos. El sector público, de hecho, es el mayor patrocinador de la investigación aplicada al desarrollo y hasta ayuda a levantar empresas. El Estado ha sido clave en varios países para la innovación informática, biotecnológica, nanotecnológica y ecológica.

En Sillicon Valley -la masa de tierra de 50 millas, ubicada entre San Francisco y San José, más productiva e innovadora del planeta, según la revista inglesa The Economist-, el Gobierno estadounidense invirtió en investigación a través de varias de sus agencias, incluyendo la NASA. La financiación estatal también fue fundamental en el desarrollo de algunos fármacos más revolucionarios de las últimas décadas (examinaré en forma crítica este tema en un siguiente artículo).

En Israel, el Estado financió a las empresas más dinámicas del país. En Finlandia, el Estado hizo lo mismo con Nokia. En China, el banco estatal de desarrollo ayudó a Huawei, el coloso de telecomunicaciones. Esta inversión pública ha formado nuevos mercados. En muchos países, el sector público lidera la tecnología ecológica. La inversión pública en innovación obliga a reconsiderar las ideas convencionales sobre la intervención estatal.

Como cualquier otro inversor, el Estado no ganará siempre. De hecho, es más probable que pierda, porque los organismos públicos suelen invertir en áreas de mayor incertidumbre, que el capital privado evita. Los proyectos de inversión bien elaborados reducen los fracasos. La deuda de las empresas por préstamos del sector público se podría vincular con sus resultados -como se hace con el crédito educativo-, dice la doctora en economía Mariana Mazzucato en su libro El Estado emprendedor: Mitos del sector público frente al sector privado. Y se podrían poner topes a los precios de fármacos desarrollados con financiación estatal, para que el contribuyente no pague dos veces.

El sistema actual es deficiente, porque socializa los riesgos y privatiza las ganancias. El planteamiento del Estado emprendedor requiere ser debatido, así como la pregunta de fondo propuesta por la investigadora Mazzucato: ¿Qué nuevas inversiones públicas visionarias necesitamos para impulsar el desarrollo futuro? (O)

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