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El estadio y el público que inspiran al rival

24 de agosto de 2012

Teoría sustentada bajo efectos de cólera y búsqueda desenfrenada de causales de la derrota de un equipo que estaba destinado a ganar en un escenario donde era improbable pensar que el elenco visitante podía vencer.

Ha sido una creencia poderosa que domina la razón de quienes siguen a Barcelona, ven llegar a equipos de otras ciudades y aseguran que los mismos hacen grandes presentaciones en el césped del Monumental, que se juegan los partidos del año cuando delante de ellos tienen al equipo que viste de amarillo.

Hay casos que profundamente podrían ayudar a respaldar estas convicciones. Podríamos aterrizar la nave de este análisis en el hangar llamado febrero 26, esa tarde, con título de fecha #3, el todavía equipo con título de “humilde”, Liga de Loja, empató 0-0 en casa de Barcelona.

Esa jornada la deben recordar quienes se quedaron con el grito de gol atascado en la garganta. El arquero Fernando Fernández puso la mano en toda bola que buscaba engancharse con las redes, se ganó algunas mentadas de madre de parte de quienes aspiraban a que no tenga el alcance necesario en alguna jugada de esas.

Luego de aquel partido, llegaron equipos que hicieron partidos modestos, empates flojos, sumados a Olmedo, Macará y Manta que se llevaron cuatro goles en sus maletas de regreso a casa.

Pasaron cuatro meses para que se reactive la inspiración en el equipo visitante, en los últimos días de junio, El Nacional dio un recital de fútbol y ganó en el estadio que está a las orillas del Salado en Guayaquil.

Otra vez despertó aquel discurso de la fuerza extra que estimula al equipo que usa el camerino de visita. La tesis sostiene que esta iluminación tiene más poder y exclusividad contra Barcelona.

Pasada la marea de inspiración de otro rival en su viaje a Guayaquil, Barcelona volvió a soltar su fútbol y castigó con tres goles a Técnico Universitario, encajó otros cuatro a Macará y fue dócil con el Quito, aplicó la mínima diferencia para ganar.

Ganaba de visita, pero eso no cuenta para este estudio que establece que los clubes que miden a Barcelona se crecen solo en Guayaquil. Agosto, domingo anterior, cuatro de la tarde, Guayaquil, 40.000 aficionados en el estadio Monumental y una vez más un club que utilizó los recursos de una teoría subliminal para ganarle a Barcelona.

Poniendo en escena una labor fastuosa de parte de su golero, el equipo que estaba último en la tabla acumulada, que había sido goleado sobre este mismo pasto hace pocas semanas, activó hechos para que, una vez más, todos aseguren con completa euforia que cada equipo que va a Guayaquil utiliza factores externos para crecerse y convertirse en una máquina.

Lo que queda claro es que esta afirmación se prende cada vez que pierde Barcelona, no es fija. Cuando Barcelona gana, se elige hablar de sus bondades futbolísticas y para nada se evalúa lo que hizo el rival.

Caso contrario totalmente cuando es derrotado. En esta coyuntura se aplica la del dolido derrotado, fue un rival que jugó como nunca, que solo destina estos esfuerzos contra Barcelona, equipo que a fecha seguida no jugará ni la mitad de lo que expuso en Guayaquil y que lo más probable es que pierda.

Queda claro en la historia de este campeonato, que aquella luz que acelera el fútbol total de los rivales de Barcelona cuando visitan Guayaquil ha sido encendida solo dos veces. No siempre se juegan el partido de sus vidas. Más son las veces que Barcelona termina ganando bien. Aquella línea que hace referencia a cómo el equipo rival jugó el mejor partido del año es solo una forma de tratar de entender la derrota, que no es más que eso: una derrota, algo que está permitido en el fútbol.

Como deportista, no habría nada que me llene más de orgullo que saber que vencí a un contrincante que dejó todo en la cancha, que jugó “el partido de su vida”, eso daría a mi victoria mayor orgullo. Decir que pierdo solo cuando el rival tiene tardes de inspiración sería mediocre.

Podría comprender que esta evaluación la haga alguien con el corazón opacado por la rabia, cargado de neblina en su razonamiento, con el cerebro sintonizado a un solo equipo. Jamás podría entender que la haga un profesional de la comunicación.

Barcelona no solo pierde porque el rival fue motivado por el entorno de su estadio y afición, hay otras razones, las cuales no han sido frecuentes este año. Solo basta con abrir el periódico y ver la ubicación de Barcelona en la tabla de posiciones.

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