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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El encierro de la política en las redes

21 de febrero de 2018 - 00:00

Entre el miedo, la paranoia y una serie de secuencias bipolares, las redes sociales, aquellas que se auguraban como las nuevas ágoras democráticas para las sociedades occidentales, se han descubierto en su real dimensión, aquella que siempre estuvo presente: el gran negocio de la información.

No solo de la distribución, sino de generar, concentrar, de segmentar, de recrear universos inexistentes, de construir historias falsas, de levantar falsos héroes y heroínas. De construir sociedades irreales, donde la violencia es puesta como sinónimo de libertad de expresión, de, supuestamente, decir, pensar, opinar libremente.

Pocos años ha tomado para que se desvele la ingenuidad de una falsa democracia liberadora, igualitaria con la que soñaron los usuarios, ávidos de comunicarse, así no se sepa para qué y cómo, mientras a costa de esas esperanzas, los accionistas de las grandes y pocas empresas se han enriquecido a costa de crear casi un sistema adictivo, heroína digital pura que deforma permanentemente las reales posibilidades de la crítica al capitalismo de la cuarta revolución tecnológica.

Las redes nacieron y siguen reproduciéndose, no como un espacio alternativo para la disputa al poder instituido por una simple razón: es el mismo poder el que se recrea en los millones de millones de datos por segundo que se reconfiguran en un ecosistema casi incontrolable. Las nuevas formas de segregación, de separación social se las vive en la virtualidad de una cárcel global. Es una red privada desde el hardware al software que se nutre de todo tipo de personalidades individuales, grupales, corporativas, colectivas.

Un insano sistema que depreda las relaciones de tiempo y espacio reales. Las reales posibilidades de democratizar las redes sociales son escasas, ya que dependen de las fluctuaciones de las acciones y de los accionistas. Cada usuario es una data comercial en potencia para mercantilizar los valores humanos y, por supuesto, la política.

Las redes, el gran ansiolítico social, de aquellos que las grandes farmacéuticas producen, no para sanar, sino para ampliar sus psicodependientes consumidores. Los que creen que ahí está la política, como nunca antes pueden, literalmente, ver sus proyecciones yoicas fluctuar en tiempo real: sus grandiosas miserias. (O)

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