Entre la cantidad de malas noticias que conoce el país todos los días sobre temas tan putrefactos como la corrupción correista de antigua y nueva data, los episodios de violencia organizada en las cárceles, las indignantes y poco sensatas declaraciones de una legisladora que, sin recato, pero en perfecto castellano, y sin titubeo y de viva voz extiende una receta que dice: “si roben, roben bien, justifiquen bien, pero no se dejen ver las cosas compañeros”.
En medio del espectáculo de politiquería que con asco observamos hora tras hora, los ciudadanos del país en general y de Quito en particular en las últimas semanas, desde los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, que no son lo mismo que Olimpiadas, nos han llegado información luminosa, tres deportistas ecuatorianos: Richard Carapaz, Neisi Dajomes y Tamara Salazar lograron medallas dos de oro y una de plata, testimonio material de un excelso desempeño, al que se suman varios diplomas obtenidos por otros atletas en distintas disciplinas, uno muy destacado el del corredor de Bmx Alfredo Campo. La rutina de las malas nuevas, cambió por obra y gracia del deporte olímpico y de héroes deportivos de la tierra que sacudieron los tabloides, micrófonos y pantallas con celebraciones de triunfo para el Ecuador.
Detrás de las más destacadas preseas, no podía faltar el ingrediente amargo, era de suponerse, la justa, la necesaria queja, el reclamo, la denuncia de los atletas que visibles ante la sociedad por sus triunfos han dejado por fin, material sobre la mesa, para que las autoridades administrativas del deporte en el gobierno , y quizá hasta las de la justicia, investiguen los dichos y los hechos y pongan orden, donde toque hacerlo.
Dice el refrán “los pueblos se dan los gobernantes que merecen” que asuman entonces las ciudades las consecuencias de sus actos, y no repitan los errores cuando se trate de elegir a sus autoridades. La experiencia y los recuentos dejan en claro a los pueblos sobre sus equivocaciones. Ya se decantan resultados de quienes una vez electos, no han servido para nada, salvo para trabajar por sus propios intereses.
A contrario sensu, los deportistas no escogen a sus dirigentes, no votan por ellos, y por tanto no tienen porque los atletas sufrir las consecuencias de las malas acciones de peores dirigentes y sus desatinos, tampoco de la improvisación, el amiguismo, el manejo clientelar y el poco soporte técnico y material, cuando los competidores deportivos requieren de esto de forma permanente y sustentada.
Es hora ya de que, de las normativas deportivas, se excluyan reglas que impiden la libertad de expresión, de protesta, de denuncia, tanto en el deporte rentado, como en el no profesional. Los actores de los mismos que son: deportistas, árbitros, entrenadores, médicos deben contar con el respaldo legal y moral para que pongan en evidencia a quien tengan que poner.
Richard, Neise y Támara, más el Maestro Jefferson Pérez han logrado 5 medallas olímpicas hasta el momento para el país. Han hecho historia dos mujeres excepcionales, llenas de dignidad, inteligencia, esfuerzo, dedicación, sacrificio, nobleza de mente y espíritu, de feminidad total, no de zafiedad agresiva, no de furibunda expresión sectaria, sino de humanismo olímpico, todos son aporte y ejemplo de vida para nuestra juventud, para la sociedad.