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El Telégrafo

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Patricio Carpio Benalcázar

El cuento de la corrupción

22 de marzo de 2018

Sin duda la bulla alrededor de la corrupción en Ecuador envuelve oscuros intereses de sectores confabulados contra el cambio de época, como esa “prensa corrupta” y políticos con hambre, en busca de figureteo.  

En este paraíso tropical del “bien gozar” no hay nada más transparente que el manejo de fondos públicos, en esto hay escuela y tradición, tanto que un candidato a alcalde de un pequeño cantón en la Costa, hace más de una década, se le dio por promocionarse bajo el lema: “Chicho roba, pero hace obra”. Otros, para reafirmar lo mismo, hablaron de “manos limpias”, pero con un toque de realismo mágico, el de “mentes lúcidas y corazones ardientes”.   

Para citar algunos casos que demuestran nuestra tesis de que Ecuador debe merecer el Nobel de Transparencia está la secuela de escándalos que empañaron a todos los gobiernos y cuyos actores nunca fueron castigados, simplemente porque era “pura bulla”.

Recuerdo a un exministro de gobierno en el 98, maletín en mano y con paso lento, subir al avión para salir del país, horas antes de su orden de detención; audios salieron a luz pública con advertencias y demás. También está el caso del hijo -casi adolescente- de un expresidente que festejaba su primer millón de dólares, ganando en sucres como responsable de aduanas. Otras remembranzas de expresidentes llevando platita en bultos, o en aviones a Dubái. Y mil casos, ninguno comprobado, todo puro cuento.

En el Gobierno anterior la transparencia se ha mostrado de cuerpo entero: un ministro que se come cheques frente a sus detractores, el presidente que dice que las coimas no le afectan al país y que es un tema entre privados, grabaciones de contubernios entre las primeras autoridades de este macondiano país, funcionarios denunciados por la firma Odebrecht, con vicepresidente encarcelado y altos funcionarios prófugos, ministros llamados por Contraloría por sobreprecios en megaproyectos, etc.  

Con claridad meridiana, cada funcionario demuestra que los denunciantes son corruptos obsesivos, gente horripilante, y que debe ir a la cárcel por ruines, como era normal y correcto en la década en que Ecuador amaba la vida.

Con toda transparencia, se clarifica y se reconoce que redes de “ñañitos y compadres” han manejado los fondos de todos los ecuatorianos con total discrecionalidad y libertad, sin mayor complicación, simplemente con lucidez, calentura y manos agenciosas. Pero corrupción, jamás. (O)

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