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El Che en tiempo de revolución

09 de octubre de 2013

Su imagen es ícono mundial, impregnada en una camiseta o altiva en el flameo de una bandera roja. Su talante histórico y actitud visionaria es un ejemplo irreverente de las generaciones nuevas. Su condición humana es un modelo de eticidad y compromiso social. Su praxis de la estrategia armada es una estela de audacia en medio del frío fusil y la hostilidad de la selva.

Su condición de rebelde íntegro es legado vital en la construcción de una sociedad distinta, incluyente y equitativa. Su estirpe de aventurero incansable es un emblema de tenacidad y constancia. Su hábito a la lectura desde la tarima solitaria es equivalencia de inteligencia y conocimiento. Su apego a la escritura, como manera de expresión comunicativa y estética, es testimonio de creatividad y perfeccionamiento intelectual.

Su hálito guerrillero es generoso espíritu que moviliza por igual en la Sierra Maestra o en la montaña andina. Su profundo pensamiento socialista es una estela ideológica que va de la mano con la interpretación dialéctica del fenómeno socio-político y económico. Su lealtad y compañerismo es sinónimo de desprendimiento y huella indeleble en la solidaridad individual y colectiva. Su visión ecuménica en la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos, es resultado y resultante del internacionalismo declarado en pos de la soberanía e independencia continental. Su dualidad argentino-cubana es consecuencia de su múltiple y diversa procedencia americana, alejada de fronteras inútiles.

Su extrema sencillez es cualidad de hombre sabio y maduro. Su amor por los suyos, tan intenso como el grito inicial del recién nacido o la lluvia en la tristeza de invierno, es elemento intrínseco de ternura y poesía. Tal como lo describe Nicolás Guillén: “No por callado eres silencio./ Y no porque te quemen,/ porque te disimulen bajo tierra,/ porque te escondan/ en cementerios, bosques, páramos/ van a impedir que te encontremos,/ Che Comandante,/ amigo”. O en expresión de Efraín Huerta: “Che Guevara cargado de la muerte de los siglos,/ Che Guevara padre e hijo de la independencia,/ nieto de todas las libertades de todo el mundo,/ forjador de poemas, hacedor de futuros./ Así que aquella muerte te encontró, la encontraste,/ y así las balas te lastimaron de muerte/ y una selvática oscuridad recorrió cordilleras, colinas,/ pampas, llanuras, desiertos, bosques, mares, ríos…”.

Su muerte es un cántico por la continuidad de la concepción transformadora, porque, pese al doloroso asesinato y vil ejecución de Ernesto Guevara de la Serna en Higueras (Bolivia) por tropas militares, en octubre de 1967, él continúa latente en el alma popular. Jamás lo acallaron. Y menos ahora, que el presente latinoamericano se renueva de cambio democrático.

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