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En 1960 inicia sus actividades periodísticas como editor del semanario Marcha, que tuvo como colaboradores a Mario Benedetti, Manuel Maldonado, los hermanos Denis y Roberto Fernández Retamar, entre otros. Tras el golpe de Estado de 1973 fue encarcelado y obligado a abandonar Uruguay. Partió para Argentina y en 1976 viajó hacia España, en donde escribió su famosa trilogía Memoria del Fuego. Luego de 12 años de doloroso exilio, retorna a su patria. En octubre de 1985, junto a Mario Benedetti, Hugo Alfaro y otros periodistas y escritores, funda el semanario Brecha, formando parte de su Consejo Asesor hasta el día de su fallecimiento.
Nos permitimos recordar a nuestras amables lectoras y lectores dos relatos en los que se refleja la extraordinaria calidad con que escribía. De Memoria de Fuego I: El amor.- “En la selva amazónica, la primera mujer y el primer hombre se miraron con curiosidad. Era raro lo que tenían entre las piernas.
- ¿Te han cortado? Preguntó el hombre. - No –dijo ella -. Siempre he sido así. Él la examinó de cerca. Se rascó la cabeza. Allí había una llaga abierta. Dijo: - No comas yuca, ni guanábanas, ni ninguna fruta que se raje al madurar. Yo te curaré. Échate en la hamaca y descansa. Ella obedeció. Con paciencia tragó los menjunjes de hierbas y se dejó aplicar las pomadas y los ungüentos. Tenía que apretar los dientes para no reírse, cuando él le decía: - No te preocupes. El juego le gustaba, aunque ya empezaba a cansarse de vivir en ayunas y tendida en una hamaca. La memoria de las frutas le hacía agua la boca. Una tarde, el hombre llegó corriendo a través de la floresta. Daba saltos de euforia y gritaba: - ¡Lo encontré! ¡Lo encontré! Acababa de ver al mono curando a la mona en la copa de un árbol. – Es así, dijo el hombre aproximándose a la mujer. Cuando terminó el largo abrazo, un aroma espeso, de flores y frutas, invadió el aire. De los cuerpos, que yacían juntos, se desprendían vapores y fulgores jamás vistos, y era tanta su hermosura que se morían de vergüenza los soles y los dioses”.
Del libro Bocas del Tiempo: El maestro.- “Los alumnos del sexto grado, en una escuela de Montevideo, habían organizado un concurso de novelas. Todos participaron. Los jurados éramos tres: el maestro Oscar - puños raídos, sueldo de fakir - más una alumna, representante de los autores, y yo. En la ceremonia de premiación se prohibió la entrada de los padres y demás adultos. Los jurados dimos lectura al acta, que destacaba los méritos de cada uno de los trabajos. El concurso fue ganado por … por todos, y para cada premiado hubo una ovación, una lluvia de serpentinas y una medadilla donada por el joyero del barrio.
Después, el maestro Oscar me dijo: - Nos sentimos tan unidos, que me dan ganas de dejarlos a todos repetidores. Y una de las alumnas que había venido a la capital desde un pueblo perdido en el campo, se quedó charlando conmigo. Me dijo que ella, antes, no hablaba ni una palabra; riendo me explicó que el problema era que ahora no se podía callar. Y me dijo que quería al maestro, lo quería muuuucho, porque él le había enseñado a perder el miedo de equivocarse”.
El maestro Eduardo seguirá asistiendo a los estadios para disfrutar del ‘fútbol a sol y sombra’. Acudirá a los quirófanos para participar en delicadas cirugías que tienen como objetivo cerrar – de una vez por todas –, las venas que aún siguen abiertas en América Latina.
Las ‘palabras andantes’ de este uruguayo universal, continuarán su viaje por la tierra, el agua, el viento y la memoria. (O)