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El Telégrafo
*Fernando Falconí Calles

Dos ‘curas comunistas’

03 de julio de 2015 - 00:00

Según relata el evangelio de San Marcos, un hombre salió al encuentro de Jesús, se arrodilló delante de él y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?”. Jesús le respondió: “¿Por qué me llamas bueno? Uno solo es bueno, y ese es Dios. Ya conoces los mandamientos: no mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre”. El rico le contestó: “Maestro, todo esto lo he practicado desde muy joven”. Jesús lo miró, sintió cariño por él y le dijo: “Solo te falta una cosa: anda, vende todo los que tienes, dalo a los pobres, y así tendrás un tesoro en el Cielo. Después ven y sígueme”.

Cuando escuchó estas palabras se sintió golpeado, porque tenía muchos bienes. Se fue triste. Entonces Jesús, mirando alrededor de él, dijo a sus discípulos: “¡Difícilmente entrarán en el Reino de Dios los que tienen riquezas!”. Los discípulos se sorprendieron al oír estas palabras. Pero Jesús insistió: “Hijos míos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil para un camello pasar por el ojo de la aguja que para un rico entrar en el Reino de Dios”. La jerarquía religiosa de aquel tiempo se hacía de oídos sordos porque tenía muchos negocios que funcionaban en el templo. Eran hombres ricos. Por ello, cuando expulsó -látigo en mano- a comerciantes y cambistas de la Casa de su Padre, la conspiración se inició. Jesús atentaba contra la ‘libre empresa’, contra la ‘prosperidad’. Lo clasificaron como subversivo. Y a los subversivos, los poderosos -de cualquier época- siempre han considerado que no queda más remedio que matarlos.

Leonidas Proaño, Obispo de los Indios y de los Pobres, fue fundador de las escuelas radiofónicas populares del Ecuador; a través de este medio enseñó a leer y escribir a miles de indígenas, que recibieron la luz del conocimiento y dejaron atrás las tinieblas del analfabetismo. Así, empezaron a conocer sus derechos. Luego se organizaron para exigirlos. La oligarquía terrateniente lo llamó ‘cura comunista’. En 1976, junto con 16 obispos latinoamericanos, varios sacerdotes y seglares fueron detenidos en Santa Cruz (casa de retiro, cerca de Riobamba) acusados de subversivos. Estuvieron presos en Quito.

Jorge Bergoglio, cuando era obispo de Buenos Aires, realizaba largas caminatas por las ‘villas miseria’ de la capital argentina, llevando la obra y el mensaje de esperanza a los más necesitados. Siempre estaba en contacto con los sectores populares que lo respetan y lo aman. Fue llamado el ‘Obispo de los Pobres’. “Si estamos demasiado apegados a las riquezas, no somos libres. Somos esclavos”, escribió el papa Francisco.

Por ello, los sectores conservadores de la Iglesia católica (en voz baja) lo cuestionan. Los políticos conservadores (en voz alta) le dicen ‘Papa comunista’. El menor de los Bush, actual candidato a la presidencia de Estados Unidos -en forma prepotente- le advirtió: “¡No se meta en política!”. Cada vez que alguien -de la talla ética y moral del papa Francisco- dice verdades que incomodan a los poderosos, piden que se calle. No lo van a lograr. El actual sucesor de Pedro seguirá cumpliendo a cabalidad su misión pastoral en favor de los pobres. Nuestro pueblo está luchando para construir una nueva sociedad: sin extrema pobreza, sin grosera opulencia. Es probable que a un 2% de la población no le agrade su visita. Sin embargo, al 98% le hará feliz su presencia y su mensaje de justicia social. Sea usted bienvenido, Buen Pastor. (O)

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