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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

¿Dónde está la nación?

08 de julio de 2021

Todo parece indicar que, en el caso de Ecuador, los referentes simbólicos de la nación están cambiando: Hace mucho tiempo que el calendario cívico fue transformado en un calendario de feriados para promover la circulación de capital mediante el turismo. En el marco post pandemia, el Himno nacional se silencia progresivamente y los rituales colmados de coronas en honor a los héroes, están dando paso a imágenes fugaces en redes sociales. El escudo de la Selección Nacional de Futbol ya no proyecta el tricolor ni el cóndor figurativo, sino a un país sin nombre ubicado en la mitad del mundo. Diríase, con cierto tono dramático, que nuestros futuros ciudadanos, lo serán de un Estado sin nación.

Los Estados han existido desde hace miles de años, pero los Estados nacionales son un asunto de la Modernidad y el capitalismo global. Desde hace doscientos años casi todas las sociedades, bajo presión de sus élites, fundaron Estados nacionales compuestos de territorio e individuos acreditados con cédulas de identidad. Desde el poder, pero con cierta aceptación popular, se posicionaron símbolos, relatos de un origen y destino común. En los últimos años se ha aceptado la posibilidad de la plurinacionalidad étnica, contenida en la nación política y cultural.

Estamos en un punto de la historia en el que debemos preguntarnos si el nuevo orden mundial económico-político, el predominio del individualismo y la gran movilidad global, acabará con nuestra nación. Es posible que la famosa hipótesis de Zygmunt Bauman sobre la cultura líquida, sea aplicable a la nación. ¿Acaso estamos asistiendo al nacimiento de una nación líquida global?

Todo está por verse, sin embargo, es innegable que los fundamentos de nación están cambiando. En consecuencia, es posible que las burbujas estén siendo llenadas por las neo religiones y las corporaciones mundiales, encargadas de generar silencios y crear contenidos difusos, inoculados a la sociedad por parte de los medios de comunicación hegemónicos, usando la técnica de la repetición.

Probablemente los nuevos relatos y referentes movedizos llenen el vacío frente al imperativo de una identidad individual, pero parece difícil que respondan al sentido humano de pertenencia a una comunidad propia dotada de símbolos. Hasta ahora, solo la etnia y el Estado nacional han sido capaces de atender esa doble necesidad. Lo digo a priori.

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