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El nuevo esquema de votación implica cinco retos y dificultades para el análisis:
1.- Las organizaciones políticas, en general, nunca estuvieron preparadas para sembrar estructuras en zonas donde jamás pisaron ni imaginaron tener que poner candidatos. Eso medirá el valor político de su ausencia. ¿Cómo los pondrán donde nunca tuvieron presencia y solo fueron en campaña electoral “a darse una vuelta”?
2.- Cuando se hizo el Código de la Democracia, con base en la nueva Constitución, se sabía que la lógica electoral en las zonas más pobladas del país (Pichincha, Guayas y Manabí) sería otra y, por lo mismo, las estructuras partidistas debieron pensar en otra lógica de trabajo, de participación y de militancia. Por lo visto hasta ahora, salvo PAIS y los partidos con alcaldes o prefectos en esas provincias pueden preciarse de una mínima base organizada para candidatizar y quizá ganar ahí.
3.- Para la práctica partidista y para la misma vida democrática se trata de un cambio trascendental, que menospreciaron la derecha y los grupos clientelares, por una razón de fondo: hacer política (para ellos) solo es armar un aparato con mucha plata y harta propaganda. Eso no los obligaba a tener presencia real en esos territorios. Para ello, además, deben conocer a dónde van y con quién pueden hablar. Si hubiesen pensado en eso su propia acción política se habría alimentado de otros contenidos y acciones, menos colgadas de los consejos de asesores de imagen y estrategas electorales.
4.- Si este modelo funciona y adquiere una sustancia democrática, quizá se desaten caudillismos localistas o procesos políticos más intensos en zonas con complejidades poco abordadas desde las cúpulas partidistas. Y por eso hace falta una capacitación política, mecanismos más reales de participación militante para promover liderazgos con sapiencia y no solo con afán de exhibicionismo.
5.- Finalmente, que los representantes de esos sectores lleguen a la Asamblea Nacional variará su composición, no de las personas y los personajes, sino de los aportes en las comisiones, pues habrá inclusiones y visiones desde el pragmatismo de la cercanía con lo local. Eso, por otro lado, tendrá una tensión estimulada desde los medios y desde la partidocracia: subestimar la representación, crear estigmas sobre los elegidos por su lugar de origen y avivar ese afán de que todo está mal y que, por lo tanto, la Constitución no sirve, el Código de la Democracia es inválido y que vengan los salvadores desde la Usaid o desde la SIP o Fundamedios a decirnos cómo gobernarnos bajo sus lógicas y “éticas”.