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El planeta sufre un nivel de conflictividad jamás visto en lo humano y ambiental. Los refugiados de África, Medio Oriente, Asia, Colombia, Centroamérica están ahí pero el mundo se olvidó de ellos. Los refugiados ‘de moda’ son los sirios porque han tenido el coraje de hacer lo impensable: invadir una Europa a la que le incomoda que alteren su bienestar y rompan la regla de refugiarse en los países “menos desarrollados”, es decir con nosotros, donde están 9 de cada 10 de los 60 millones de refugiados que hay actualmente en el mundo, la mitad niños.
En todo conflicto el aislamiento conduce a la desaparición y es loable luchar por los indefensos y más cuando estos no saben que van a su extinción ni nadie les advierte, como sucede con varios grupos humanos que habitan nuestra Amazonía envuelta en una hecatombe ambiental, de la cual todos somos responsables por acción u omisión. Que vigoroso sería encontrar en internet información emitida por los Taromenane sobre su cosmovisión, poemas, estructura lingüística, así como encontramos de la nación Shuar, lo que asegura su estudio, difusión y fundamentalmente la preservación de esta maravillosa cultura, la única del mundo donde no existen huérfanos; cuando el padre muere sus descendientes pasan a ser hijos de uno de sus hermanos y son criados sin la más mínima diferencia con sus hijos ‘propios’.
En mi artículo del mes de abril, ‘Aislamiento forzado’, pedía que todos los pueblos de nuestra Amazonía tengan los mismos derechos que el resto de ciudadanos y no sean vistos con un enfoque darwiniano, como una rara ‘especie’ en peligro de extinción, a la que debemos reforzar su aislamiento para que sobreviva el mayor tiempo posible, porque es seguro que ese retraimiento no conducirá a preservar a sus integrantes, ni su cultura, ni idioma, simplemente cada vez serán menos, al punto que nuevos enfrentamientos bélicos con otros grupos humanos –algo muy común en la selva- los desaparecerá por completo y jamás sabremos qué les era bello, cuáles eran sus deidades, cómo se enamoraron, significados de sus nombres que nos inspiren: una de mis hijas tiene nombre shuar.
Este artículo fue considerado ofensivo, irrespetuoso, sin fundamento y se exigió ‘una disculpa pública’ de mi persona “a los pueblos amazónicos”, no por los supuestamente afectados como manda la ley, sino por un grupo de personas no indígenas ni perteneciente a los referidos en mi artículo, sin embargo: me disculpo públicamente con los Pueblos Amazónicos, con los cuales he compartido gran parte de mi vida y sobre todo momentos maravillosos de mi existencia.
Espero que estás disculpas satisfagan a las agrupaciones que encabeza la Sra. Nidia Solís de la ciudad de Cuenca, a quien solicito encarecidamente que también direccione las protestas del Grupo Yasunidos contra la indiscriminada tala de los bosques de la vía Baños–Puyo, fusión de los Parques Nacionales Sangay–Patrimonio Natural de la Humanidad- Llanganates, atrocidad ambiental y humana que he denunciado reiteradamente en esta misma columna, sin ninguna respuesta de las entidades gubernamentales ni de los grupos ecologistas que quijotescamente defienden algo que no conocen. (O)