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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Dilma, triunfo de Sudamérica

31 de octubre de 2014

Es Brasil casi la mitad del territorio sudamericano. Y aproximadamente también la mitad de su población total. Es la economía más industrializada y tecnificada de toda Latinoamérica, y es un país con indudable influencia en la geopolítica mundial.

Por eso el hambre de la derecha vernácula e internacional por acabar allí con los gobiernos del PT. Por eso el invento efímero y fracasado de Marina Silva, quien quemó lo poco que le quedaba de capital político pactando con el candidato de la derecha. Por ello la virulencia mediática inusitada, que llegó a la  curiosidad de una tapa infamante en una revista que adelantaba sospechosamente el día de su salida. Por ello todas las encuestas (bienintencionadas unas pocas, falsas la mayoría) que daban por perdedora a la candidata que finalmente ganó.

Gracias Dilma, gracias Lula, porque mostraron que, a pesar de los muchos problemas sufridos en lo previo al Mundial de Fútbol, su vocación popular como líderes se mantiene incólume. Gracias al pueblo brasileño por su fidelidad, a pesar de los sugestivos cantos de sirena que buscaron -y a veces lograron- confundirlo. Gracias a esa Presidenta que alguna vez fue guerrillera y que -por ello- muestra en el solo acto de haber ocupado la Presidencia de su país, cuánto se ha avanzado en relación con los tiempos de gobiernos autoritarios y de imposición de la Doctrina de Seguridad Nacional, cuando se consideraba enemigos de la nación a aquellos que peleaban por los derechos de los más pobres.

El desencanto de una derecha encolerizada por su derrota se advierte incluso en diarios extranjeros. Se habían autoconvencido tanto de la salida del PT, que cuando su propio vaticinio fracasó decidieron echar la culpa a quien fuera. Ridículamente, un diario argentino titula: ‘Mala noticia para Dilma: los mercados sienten temor ante su triunfo’. Absurdo: hace ya doce años que el PT gobierna el Brasil, nadie a esta altura temería algún súbito cambio de rumbo. Con menos sesgo deformante, se debió titular: ‘Mala noticia para los mercados: estos se sienten aplastados por el triunfo de Dilma’.

Triunfo, por cierto, del electorado brasileño, sobre todo del de menores recursos, que ha mejorado su situación en estos últimos años. Triunfo, en todo caso, de la transparencia democrática del voto por sobre la violencia simbólica (otra vez derrotada) que se ejerce desde los medios masivos de comunicación, convertidos en oposición política abierta, pero no declarada.

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