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El Telégrafo
Oswaldo Paz y Miño

Diego Oquendo Silva

03 de agosto de 2022

La imagen de Diego Oquendo Diego periodista, escritor, poeta  y abogado  que mi memoria evoca de forma automática es añeja, es  la del reportero temerario, inquisidor, audaz, entrando raudo, agitado, con la adrenalina a tope, a tomarse un respiro, en las oficinas del Diario El Telégrafo en Quito en la Mejía 347 y Venezuela -del que mi padre era Jefe de Redacción en Quito- la madrugada del 31 de agosto de 1975, cuando se daban las primeras escaramuzas de lo que otro periodista, Byron Rodríguez, en un libro sobre el tema denominó “La guerra de la funeraria”.

Tengo el privilegio de haber leído sino todos, casi, los libros publicados por El autor de “Voces en el papel” – libro para mí,  icónico de Diego Oquendo, publicación avalada por Paradiso editores, armada en 624 cuartillas. En la referida noche de un golpe de Estado de matices setenteros, Diego cumplía su noble oficio, literalmente jugándose la vida y apostaba la de su camarógrafo, en la intención de lograr noticias en imágenes de la intentona golpista que le hacía un militar a otro, en una fatua y rocambolesca foja de nuestra república.

Testigo fui a mis veinte años del acto valiente de Oquendo que ahora comento, era casi un suicidio el escurrirse en las sombras, a riesgo de que un franco tirador truncara su camino.

He seguido desde entonces, hasta la fecha, desde mis espacios culturales y profesionales, y de cerca, la tarea informativa y literaria de un periodista total, que se ha batido bien, dentro de los cánones: del saber hacer y del dejarse hasta el último aliento en el esfuerzo, en los terrenos, difíciles y resbalosos, de la prensa, la radio y la televisión. Y de los libros. Diego ha sido un infatigable defensor de la libertad de prensa, de expresión, de información. Víctima en varias ocasiones de acciones violentas, atentados y amenazas chantajistas de intolerantes gobernantes, y de  corruptos y déspotas en el poder.  El correato y su prófugo líder se ensañaron con él y Radio Visión más de una vez.

“Voces en el papel” “El reflejo de las palabras”. Retratos de la memoria es el libro apropiado de Diego Oquendo, que encuentro en mi biblioteca para intentar una despedida al periodista y al amigo que deja la actividad y huellas de caminante y del camino, en agosto de 2022. 

Se retira de cumpliendo con honor, un periodista integral, un pionero añejo, lleno de Magisterio al que algunos mal copiaron especialmente en televisión, lo dije antes y repito ahora,  ¡Que entrevistar, no es agredir, ni humillar, ni joder al entrevistado, a guisa de hacerle confesar lo inconfesable, a cuento de la primicia, a pretexto de ejercer fiscalías!

La entrevista -Diego Oquendo lo probó en su testimonial tomo: “Voces en el papel”- es yo así la interpreto,  el arte de ser un cazador de instantes, de deberes y delicias, de historias tristes, de discursos amargos. De recoger, a corazón abierto, las confidencias de personajes de toda índole que puedan cambiar el curso de los estados y de las gentes. Es el ejercicio más serio del periodismo, más fino, más seductor, el que se desarrolla, entre las dulces torturas y las sutiles trampas del intelecto, y en los instantes mágicos del pensamiento, que mutuamente se proponen, sin dar ni pedir tregua, el entrevistador y el entrevistado.

“Voces en el papel”, es un libro que destila recuentos. Diego anuncia nuevas memorias al aire, que así sea. Estaremos aguardando. Diego y el destino lo resolverán pronto. Mientras tanto, rescato “Voces en el papel” tomo de hace varios años, pero vigente, y en la reciente despedida imprescindible, es más que nunca en estas fechas un manuscrito emocionante, colmado de breves y deliciosos saberes, intenso, histórico, bullidor, revelador. Que puede leerse con total libertad, atemporal, si es que no la perdemos en las próximas lunas, en decantado desorden. Disfrutando de tener vida y anhelando nunca se repitan los días en los que un sátrapa ahora fugitivo, jugaba en el Ecuador, con la democracia y las libertades, amparado por alcahuetes historiadores y periodistas de esa laya.  Diego Oquendo a esos les plantó cara.  

“-Monseñor, ¿Cómo hay que rezar? -Creo que rezar es muy sencillo. La pregunta me hace recordar la respuesta dada por un campesino: “Se ora como se ama”. Si amamos a Dios y al prójimo, estamos orando.” De la misma manera que una madre ama a su hijo: pensando permanentemente en él, trabajando por él y atenta a lo que pudiera sucederle. Así también el cristiano que ama a su Dios y al prójimo, está pensando permanentemente en Dios y en el prójimo. Se ora como se ama: con suma facilidad, como cuando realmente nos resolvemos a amar.”- “Bella, inolvidable oración monseñor.” “pág. 323. TOMADO DE “VOCES EN EL PAPEL”

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