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El Telégrafo
 Pablo Salgado, escritor y periodista

‘Diálogo sí, pero con buenas piernas’

26 de junio de 2015

Recuerdo que Eduardo Galeano, cuando llegó a visitar a su amigo Jorgenrique Adoum, se detuvo súbitamente frente a un grafiti escrito en una pared de las avenidas Colón y Foch, en Quito: ‘Diálogo sí, pero con buenas piernas’. Galeano lo disfrutó mucho, al punto que luego lo incluyó en uno de sus libros.       

Hoy, y al margen del evidente machismo del grafiti, podemos decir lo mismo: diálogo sí, pero con todos, en especial con los que piensan distinto. He ahí el diálogo. De lo contrario, será apenas un monólogo. El diálogo no puede ser solo para exponer las dos leyes cuestionadas, de herencias y plusvalía. No. El diálogo debe servir para recuperar el tiempo perdido; que nos permita entender que no se puede gobernar desde la imposición, desde la autoridad, desde la exclusión, desde la soledad.

Sin duda, junio ha marcado un hito, una inflexión, un antes y un después. Ya el Gobierno ni el presidente Correa después de junio serán los mismos. Junio ha puesto en evidencia a grupos que aún quieren atentar contra la democracia, que pretenden generar caos para tumbar gobiernos y recuperar el poder para defender sus intereses individuales y corporativos. Pero también ha visibilizado a ciudadanos indignados y molestos, que quieren ser escuchados y tomados en cuenta; que no quieren más prohibiciones ni restricciones.

Bien Presidente, por convocar a un diálogo nacional. Pero será necesario construir nuevos espacios para un diálogo frontal y abierto; en donde se pueda escuchar al otro, a los demás. Y qué bueno sería volver a los orígenes y volver a ser cercano, humano, sin la investidura autoritaria que da el poder. A lo Mujica, por ejemplo, quien nunca dejó de ser humilde ni se dejó contagiar de ese hálito inhumano del poder. No necesitó escuadrones de guardaespaldas ni coches de lujo para su seguridad; por el contrario, fueron los ciudadanos los que lo cuidaban y protegían.

Es necesario -aún no es tarde- volver a los orígenes, a los que le otorgaron no solo la confianza y enorme credibilidad sino el cariño y el amor de las mayorías. Ya no es hora de imponer, sino de dialogar, consultar e incluso consensuar. Es hora de tender puentes, ya no es tiempo de seguir dinamitándolos. Es hora de volver con los colectivos ciudadanos; con los jóvenes, con las mujeres, campesinos, obreros, con los artistas; sobre todo con aquellos que piensan distinto, pues a lo mejor son ellos quienes tienen la razón.  

Por supuesto, dialogar implica no solo escuchar al otro, sino ceder e incluir. Diálogo no es intentar convencer al otro. No. Es estar dispuesto a reconocer errores y a asumir rectificaciones. Diálogo implica hacer silencio para que se expresen los demás. Diálogo sí, pero no desde la arrogante tecnocracia, sino desde la sincera voluntad y compromiso político.    

Es hora de la autocrítica, real y honesta. Es hora también de las definiciones y por ello es bueno oxigenar (respirar aire libre, no contaminado).     

Son los propios errores los que han dado pie a que una oposición, destructiva y mentirosa, pueda calar en sectores molestos y/o mal informados y que pretenden invisibilizar los grandes logros y conquistas de la Revolución Ciudadana. Por ello, un diálogo abierto y honesto dejará también en evidencia a los que, con banderas negras, nunca han dialogado ni dialogarán porque solo les interesa defender sus propios intereses.

Duro y todo el peso de la ley contra los golpistas y desestabilizadores, pero amplitud total para los ciudadanos que quieran cuestionar, criticar y aportar con nuevas ideas y propuestas. (O)

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