Mañana, martes 6 de octubre, se realizará en Ciespal el Diálogo por la Equidad y la Justicia Social con actores de la comunicación. Diálogo fundamental para comprender la condición de la formación profesional, el papel social de los medios; la calidad de contenidos e industrias culturales; los derechos de la comunicación, democratización y legislación. Este encuentro es vital para la sociedad. Los medios de comunicación e información, tengamos presente, han tenido una predominancia desde la esfera privada.
Esta ha determinado los modos de acción de la opinión pública y sus efectos en el comportamiento social de la ciudadanía. La comunicación como práctica cultural de los pueblos no puede ser reducida a las maquinarias privadas de generación de noticias y contenidos audiovisuales. Hemos visto cómo las producciones masivas de cine, radio y televisión, condicionadas desde una lógica monopólica han sido fuente de estereotipos culturales, prácticas de racialización y la imposición de modelos de comportamiento político.
Estas estructuras comunicacionales privadas, que privan de una amplitud de contenidos de calidad a la sociedad llevan a la misma al borde de una crisis de representación e identidad.
Los medios de comunicación privada vienen hace décadas disputando la legitimidad de la representación que tiene el Estado. En un momento fueron críticos del poder político estatal, fueron espacios para que los opinadores de los sectores progresistas pudieran pronunciarse, de alguna manera fueron espacios de vanguardia, no por gusto de los empresarios, de los dueños, sino que no había otra opción, ya que el propio personal que hacía periodismo respondía políticamente frente a un tiempo de debilidad de la esfera pública. Después los empresarios tomaron el control editorial y cambiaron el modelo de producción de noticias. Privatizaron las mesas de redacción.
El capital económico tomó control del capital cultural periodístico de los medios. Actores clave como los periodistas, la formación profesional que pasa por las aulas universitarias, fueron arrinconados, cercados por la presión económica. Ese condicionamiento hizo de los mismos un estrato subalterno con poca capacidad de negociación. Sus propias organizaciones gremiales sucumbieron a los paquetes accionarios mayoritarios de las empresas productoras y comercializadoras de contenidos -los periodistas no tienen gremios que los representen, pero guardan casi total silencio-. Así las empresas se convirtieron explícitamente en actores políticos: sistema mediático que se convirtió en un poder dual frente al Estado.
Solo así se entiende que la disputa actual: sociedad, Estado y medios de comunicación privados, sea generalizada en todos los continentes. Si la ciudadanía no disputa la producción de contenidos con enfoque en la calidad, es decir, donde primen los valores de la justicia, la igualdad y la equidad, no será posible una democracia real permanente y lo público estará siempre bajo asedio por la maquinaria de enlatados culturales que nos vienen del Norte y que hacen del Sur una periferia, un botadero de desechos tóxicos audiovisuales. (O)