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El Telégrafo
Cristina Burneo Salazar

Devastación minera: la deuda de Moreno

20 de marzo de 2018 - 00:00

El 12 de marzo, las mujeres amazónicas vinieron de lejos a hablar con el Presidente. Lo esperaron por cinco días. Sí, las atendió el secretario de Presidencia, y les dijo con enorme bondad que el Gobierno Nacional les había dado carpas para poder protestar. Magnánimo, sobre todo durante una semana con alerta de radiación UV.

En las comunidades de estas mujeres, las fuentes de agua están contaminadas por mercurio y otros metales que el cuerpo no resiste. Cuando dan de lactar, la leche materna ya está envenenada. Sus hijos nacen enfermos, los cultivos sufren. Nadie hizo consulta previa en sus comunidades ni les preguntaron si sus pueblos querían minas de cobre instaladas donde antes había selva.

Moreno tiene la responsabilidad de contrarrestar en algo la devastación que causó el gobierno de Rafael Correa en estos territorios al militarizarlos, criminalizar a sus dirigentes y provocar enfermedad y muerte en nombre de un desarrollismo impuesto que legalizó la violencia de Estado.

El día que llegaron las mujeres, Lenín Moreno, irónicamente, se hallaba en Chile: encabezaba la firma de un convenio con Codelco para explotar Llurimagua, otro proyecto. Allá, en cambio, desaparecerán jaguares, osos de anteojos, vendrán todas las violencias que llegan con el extractivismo, porque no hay intervención megaminera sin destrucción. Eso es lo que Moreno acaba de firmar, nada menos. En estos días, también, la Ministra de Minería se hallaba en la mayor feria mundial de la minería en Canadá, gran explotador de nuestra naturaleza. El gran engaño de revisar las concesiones mineras y la legalidad de los contratos sigue, sin embargo, de pie.

El 22 de marzo vamos a la marcha por el agua contra la megaminería convocada por las comunidades del Noroccidente. Ese mismo día, Lenín Moreno les ha dado treinta minutos de audiencia a las mujeres amazónicas que vienen de lejos, otra vez, porque no tienen opción: la selva es su casa. No cedemos. ¿Con cuántas carpas nos contentarán esta vez? (O)

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