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El Telégrafo

Desvergüenza

10 de mayo de 2011 - 00:00

Leonidas Proaño es el símbolo ecuatoriano de una Iglesia comprometida con los pobres. Leonidas Proaño reunió en Santa Cruz, muy cerca de Riobamba, a cerca de 37 obispos, arzobispos y sacerdotes, entre ellos a monseñor Arzube, obispo de California; monseñor Méndez Arceo, obispo de Cuernavaca; monseñor Parra, obispo de Cumaná-Venezuela; monseñor Alvear, de Chile; monseñor Fragoso, de Brasil. Era el 12 de agosto de 1976 y soportábamos al triunvirato de Durán, Poveda y Leoro.

Como la mirada era corta, cargada de miedos y prejuicios, el ministro de Gobierno encargado, Xavier Manrique, ordenó la detención de los representantes de la Iglesia católica, muchos de ellos alimentados por la teología de la liberación, porque “intervenían en asuntos de política interna, con la finalidad de subvertir el orden”, sentenció el tal Manrique.

Fue una medida absurda, repleta de estulticia, y que terminó con la pronta salida de nuestro país de la mayoría de los invitados. Hubo protestas. En los diarios de la época se puede leer el rechazo de la Cedoc,  presidida por Emilio Velasco. También llegaron notas procedentes de Méjico, Brasil. Pero ese gobierno de facto se mantuvo en  la medida rechazando la “colaboración entre cristianos y marxistas”.

La hemeroteca Aurelio Espinoza Pólit, acaso la más completa de nuestro país, me ayudó a empaparme de lo que trajeron las páginas del diario El Comercio de entonces. Estaba en cartelera “Octubre” de Eisenstein; también la gente podía ir a esos cines de mala muerte a ver “El pasajero” con las actuaciones de Jack Nicholson y María Schneider. Hasta que por fin el domingo 15 de agosto aparece un pronunciamiento del diario, ningún columnista toma partido, bajo el titular: Una ligereza. Sí, así es vista la decisión de ese gobierno que expulsa a tanto obispo, pero a renglón seguido ese diario deja aflorar todos sus prejuicios: “… si las autoridades eclesiásticas, los obispos, los sacerdotes quieren ser comunistas, pues que lo sean, pero sin servirse de su condición y de sus jerarquías dentro de la Iglesia. Santo y bueno que la Iglesia resuelva servir siempre a la causa de los pobres, de los humildes, y de todos los que sufren de injusticias, pero tendría que saber de una vez por todas si para cumplir con ese noble apostolado hace falta ser comunista o agente de planes de agitación y subversión en todos los países”.

De Leonidas Proaño nada en particular, ni una palabra, metido en el mismo saco de prejuicios que tienden a justificar el abuso de esa dictadura. El Comercio lo trató como parte de “… esos elementos religiosos que han confundido totalmente su apostolado”. Y ahora, a propósito del 3 de mayo, Día Mundial de la Libertad de Prensa, que no es sinónimo de libertad de expresión, vienen a mal utilizarlo como si de verdad alguna vez los representó. Otro abuso, otro más, en medio de esta campaña mediática que no tiene vergüenzas.

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