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Buscando en las plataformas, me hallo con “Descansar en paz” (2024), un filme argentino de Sebastián Borensztein, basado en un libro homónimo de Martín Baintraub. Este director ya galardonado, tiene una sugestiva trayectoria, donde recordamos “Un cuento chino” (2011), “Kóblic” (2015) e incluso “La odisea de los giles” (2019). Sin embargo, “Descansar en paz” podría no estar a la altura de sus anteriores películas, pero no por eso es digna de comentar. Del escritor en cuya obra se basa, pese a las cuatro novelas hasta ahora publicadas, entre otras: “Pagar, vas a pagar”, “Los huerfanitos” y “Sangre de mi sangre”, al parecer es desconocido en Ecuador. Tampoco diré que es un bestseller, aunque es un autor que antes se desempeñó como consultor en comunicación política. Sus novelas, en cierto sentido, tendrían una impronta política. ¿Esto lo encontramos en la adaptación de “Descansar en paz”?
Sabemos que toda adaptación de la literatura al cine conlleva la dificultad de la interpretación, además de reducir una cantidad de páginas que tratan de suscitar a la imaginación a un desarrollo que debe hacerse mediante imágenes orientadas a mover las emociones; el libro también lo haría. El trabajo de Borensztein quizás recoge la trama medular de la novela y recalca el aspecto moral que estaría detrás de la cuestión que aborda: un empresario endeudado, desesperado por evitar que la vida de su familia se desmorone, quiere pagar a un prestamista judío, pero en el camino sufre casualmente los efectos deun hecho que conmocionó a Argentina con el atentado terrorista contra la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA) en 1994. Notoriamente, la historia de la película, que ya tenía sus tintes melodramáticos, cobra más relevancia cuando el director conecta a su personajecon este evento, aunque se cuida de no hacer comentariossobre el particular, lo que hace que que su trama se desvíepor otros caminos.
Pues de eso se trata, de hacernos entender que, en el mismo sentido de la tragedia griega, aunque hoy los seres humanos se crean libres de toda carga del destino, en efecto, parecería que siempre habría un camino ya trazado, aunque uno quisiera escapar de él. En este caso, sin embargo, Borensztein muestra que lo impensado, si se le aprovecha, es la puerta a posibles nuevas oportunidades. De ahí que su personaje principal halle la ocasión de irse de Argentina y vivir en Paraguay una veintena de años, escondido bajo otra identidad. Dicho de otro modo, si hay una salida para una oportunidad, el camino tiene un costo,no solo personal y emocional, además de social y afectivo.
Creo que la premisa puede ser interesante, más aún si se sabe que tanto la novela como la película tienen conexiones con la realidad. En este contexto, la realidad siempre es determinante para la toma de decisiones. El camino que tiene el personaje central de “Descansar en paz” es, en este sentido, un recorrido azaroso. Ahí nos damos cuenta de que el problema central no es el dinero adeudado, sino cómo uno se enreda queriendo satisfacer la vida materialista de los demás, incluso de los más allegados. Acá, Borensztein se permite, a modo de contraste, ofrecer un retrato de una clase media o una clase acomodada argentina en el que el toma y daca es importante para subsistir. Y es que el mundo moderno que vivimos es en esencia materialista. El filme nos deja con ese sabor de seres que optan caminos en la mayoría de los casos impensados, buscando salvarse de la explosión de un edificio social que tarde o temprano podría suscitarse. La metáfora está sugerida en “Descansar en paz”; esta podría ser una indicación a la dimensión política de la vida: esta estaría estructurada por una cantidad de poderes que incluso desconocemos.
Pero lo que me interesa enfatizar de “Descansar en paz” es la cuestión de las pérdidas. La renuncia a algo conlleva la pérdida; la aceptación de que el ser querido ha muerto se considera como una pérdida. Sea cual fuere el caso, hay un dolor al que no se puede renunciar jamás. Borensztein lo traduce en su protagonista, en su vida, cuya esperanza es solo el reencuentro y el perdón. Sin embargo,lo desaprovecha en sus otros personajes y más bien los hace poco creíbles. De ahí que su película, en principio intrigante, de pronto se torne predecible. Aunque toleremos la “predicibilidad”, al mismo tiempo siento quehay algo de acartonamiento en las figuras del prestamista judío o la exesposa que prefiere el acomodo antes que todo.
“Descansar en paz”, sin embargo, parece guardar una hipótesis; al menos quiero verla de esta manera: ¿Es posible curar el dolor? Si la pérdida es algo indefinible, el dolor, cuyo signo es la nostalgia, no puede curarse porque la nostalgia siempre perdurará. Borensztein, cumpliendo los cánones de una narrativa convencional, lo insinúa, pero luego lo resuelve de la manera más obvia e insulsa.