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Construir un sistema en donde los seres humanos sean capaces de organizarse, con institucionalidad y existencia plena de partidos políticas, simboliza el avance de los pueblos, más de quienes lograron consolidar estados del bienestar; mientras que para América Latina es una tarea pendiente, que poco o nada le interesa a su clase política.
Así en nuestro continente la democracia representativa sufre un grave deterioro; en el Ecuador el proceso electoral venidero no tiene reglas claras y las sábanas de candidatos representan a sus egos. Todo esto abona a la debacle del sistema de partidos.
Pero finalmente luego de la lid electoral, será el ganador quien tome las riendas del Estado para gobernar y disponer de los recursos, aunque su triunfo no signifique legitimidad.
La desconfianza, los escándalos de corrupción siembran la desesperanza; y mientras el Estado se queda inmóvil, los desempleados son acosados por los bancos; hombres y mujeres asumimos la crisis; la informalidad, la delincuencia son noticia y el hartazgo se toma el país.
Por ello hoy más que nunca es indispensable repensar la democracia, dotar de fuerza al ciudadano que debe romper las trabas de la burocracia y la corrupción que le impide solucionar sus problemas; pero que, requiere de su participación como complemento a esta imperfecta democracia representativa.
La participación activa en la administración pública significa planificar y presupuestar desde el territorio y no desde el escritorio, es un ejercicio transparente que permite una adecuada contraloría social en donde los ciudadanos se liberen del chantaje y dependencia de estructuras serviles al poder.
Referirme al presupuesto participativo como simple herramienta de gestión, sería restarle importancia, pues aterrizar al territorio el presupuesto tiene un valor profundamente transformador y político, que esta destinado a cambiar la democracia en su forma tradicional y apropiarnos de ella.