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El Papa Francisco (Jorge Mario Bergoglio, SJ) se nos ha adelantado en este peregrinar terrenal. Fueron muchas las muestras y expresiones a favor del trabajo que él realizó como Obispo de Roma, que pudimos ver a través de varios medios de comunicación. Una de ellas me impactó y aún continúa golpeando mi interior: “Demasiado Humano”. Si buscamos extrapolar esa expresión, en aras de aplicarla a quienes aún estamos en esta tierra (nótese que no digo ‘con vida’, ya que con la llegada de la hermana muerte, la vida no se acaba; tan solo es el abandono de un estuche llamado ‘cuerpo humano’), estimo entonces que dicha expresión misma constituye un halón de orejas para todos nosotros (seamos o no creyentes): ¿Cómo nos estamos comportando? ¿Demasiado Humanos? O, simplemente ¿Inhumanos?
He insistido varias veces, tanto en este espacio como en otros y cuando tengo la oportunidad de hacerlo: aquella característica que identifica a una persona que busca trascender (queriendo únicamente ganarse el cielo aquí en la tierra), y motivar con el ejemplo para así poder dejar una huella para que se propague, es exclusivamente su capacidad de amar y de entregarse. ¡Nada más! Usted podrá tener todo el dinero que haya soñado. Usted podrá lograr las metas que se haya impuesto. Usted podrá alcanzar las posiciones más altas, laboralmente hablando, y con ello tener un determinado grado de incidencia en la sociedad donde se desenvuelve. Usted podrá experimentar satisfacción al degustar los manjares que este mundo ofrece. Sí, es posible y probable. Sin embargo, si usted denosta o agrede en algún sentido a una, dos o más personas (que son iguales que usted: con un cuerpo humano, mismo que, por ejemplo, debe usar el baño para cumplir con sus necesidades fisiológicas); si usted observa a una persona en la calle pidiendo dinero y siente molestia por verla ahí (pensando que obstaculiza el tránsito) o evita contemplarla para así egoístamente abstenerse de compartir parte de lo que tiene o posee, e inclusive se fastidia si observa que almas desprendidas le entregan víveres o dinero; si usted abusa de su posición (cualquiera que esta sea) para obtener ventaja y aprovecharse de quien está vulnerable, y más delicado aún si busca seducir a través de ofrecimientos que conoce previamente que no los cumplirá; o si usted estudió para ser un profesional pero su ego llega al grado de que cuando tocan sus puertas, usted responde (en el mejor de los casos): “estoy ocupado”… no solo que no está amando; no se está amando usted mismo, se está mintiendo groseramente, y con cada paso que da en esa sintonía está pulverizando la dignidad de las personas (incluyéndose).
Me atrevo a decir que el Papa Francisco no deseó (ni de lejos) que una vez cerrados sus ojos, lo extrañen o lo admiren… Para nada. Considero que él sí anhelabaque adoptemos el eje de su pontificado: el amor. No basta con ser declarativos, ni sentimentales. Se trata de reflexionar y de actuar: amar a Dios, amarnos a nosotros mismos como él nos ama, y amar a los demás, igualmente, como Él nos ama. Solo así, y como dijo el Papa Francisco alguna vez (parafraseando): ‘Si miramos a una persona de arriba hacia abajo, que sea para ayudarla a superarse’… Solo así, podemos nosotros alejarnos de ser inhumanos, y consecuentemente también ser Demasiado Humanos, y, en definitiva, ganarnos el cielo aquí en la tierra (evitando, al morir, las lágrimas y la desesperación; ya que, por citar un ejemplo: “padrino” o poder, ante el justo Juez divino, no habrá).