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Ximena Ortiz Crespo

¿Demasiado apego a la pantalla?

12 de marzo de 2022

¿Estás cansado/a de leer tanta mala noticia y no puedes despegarte del teléfono? ¿Sigues desplázandote por la pantalla de tu celular en lugar de prepararte para salir al trabajo? ¿Se ha convertido en un ritual matinal responder a las decenas de personas que te desean buenos días? ¿Te enteras de un desastre tras otro sin poder parar? ¿Se te cruzan propagandas y videos que al final terminas viendo? ¿Está el apego a las redes interrumpiendo tu vida normal? Entonces deberías cuidarte porque podrías estar sufriendo de adicción virtual.

 

Anna Lembke, psiquiatra de la Universidad de Stanford, explica en un libro que acaba de publicar el potencial adictivo a las redes sociales. “La nación dopamina: ¿Cómo lograr equilibrio en la era de la gratificación constante?” muestra el papel crucial y a menudo destructivo que desempeñan estas en la vida contemporánea. La dopamina es la substancia del placer que nuestro cerebro produce cuando participamos en una experiencia gratificante como encontrar comida, refugio o pareja sexual. La autora asegura que el teléfono celular, con sus colores brillantes, luces intermitentes y alertas atractivas, envía imágenes a nuestra corteza visual que son difíciles de resistir; una especie de inyección momentánea de placer que nos hace querer más de lo mismo. Y ese más es infinito.

 

¿Qué hace que las redes sociales sean particularmente adictivas? Bruce Goldman en su blog de Stanford Medicine lo explica: “Venimos cableados para conectarnos. Estar cerca nos ha mantenido con vida durante millones de años en un mundo que se caracteriza por su escasez y peligro. Movernos en tribu nos protege contra los depredadores, optimiza los escasos recursos y facilita los vínculos. Nuestros cerebros liberan dopamina cuando hacemos conexiones con los demás, lo que nos incentiva a volver a hacerlo”. La conexión social a través de las aplicaciones –añade– nos vuelve presas fáciles del consumo compulsivo porque activa las funciones de búsqueda y exploración de nuestro cerebro.

 

Pero resulta que ahora estamos navegando de desastre en desastre después de quedarnos conectados por el coronavirus. Al exponemos a un flujo constante de noticias negativas nos ponemos en alerta continua, sufrimos ansiedad y podemos exacerbar la depresión. Estar en línea –dicen los expertos– no es una forma inofensiva de pasar el tiempo.

 

Para frenar nuestra adicción a las redes es necesario establecer tiempos para conectarnos. Probablemente el WhatsApp sea la fuente más inmediata de nuestras atención, por lo que es necesario controlar su presencia, especialmente cuando tendemos a conectarnos temprano en la mañana en momentos en los que deberíamos planificar el día para que surta. Por ello, dedicarnos a decir “buenos días” de mil formas a todas nuestras amistades no es precisamente lo más adecuado.

 

Revisar el teléfono en tiempos específicos puede ser útil para tener un día más eficiente, así no responderemos continuamente dejando de hacer las tareas que nos corresponden. Es verdad que el celular es también una herramienta de trabajo, pero no debemos esclavizarnos respondiendo a cada timbre. Una buena forma podría ser revisarlo cada dos horas y, definitivamente, evitar hacerlo antes de ir a acostarnos.

 

Hay algunos contactos que nos abruman con información. Por ello es bueno escoger las fuentes que revisaremos limitando la visualización de noticias a unas pocas y de buena calidad para consultarlas. Otra forma es estar en ciertos momentos en movimiento, sin el teléfono, haciendo una caminata corta, un estiramiento o hablando con otras personas. Es decir, alternar con otras actividades de manera que evitemos estar desplazándonos por la pantalla todo el tiempo. Encontrar un nuevo pasatiempo o un hábito positivo reemplaza muy bien la conexión permanente.

 

Para evitar ver basura se requiere un ejercicio de voluntad. Es importante sentirse inspirado y esperanzado. Hay sitios en la red que ayudan a sentirse más optimista: hay que visitarlos con más frecuencia.

 

Y, cada cierto tiempo, hacer una cura desintoxicante de las redes sociales eliminándolas por completo de nuestra rutina. Redirigir nuestro espíritu de exploración saliendo al campo y escogiendo lugares donde no haya internet. Cada persona debe examinarse para saber si está preparada para ello porque no puede uno desintoxicarse de golpe. Al fin y al cabo toda adicción se debe curar poco a poco...

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