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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Delfín hasta el fin

21 de septiembre de 2020

Sí, sí puede ser. Llegó el fin de Delfín y hoy vengo a defenderlo.

 La democracia practicada en los países de tercer mundo es el sistema más perverso existente. La mitad del tiempo la tarima es alquilada para el espectáculo del malabarismo y la prestidigitación, y la otra mitad para usar sus tablas con la horca y guillotina. Entienda: el verdugo no deja de ser asesino porque se vista de elector.

 ¡Cuidado! No vengo a justificar ningún acto de corrupción, sólo vengo a clamar por un instante de reflexión. Todos ustedes van a hacerme el siguiente favor: busquen en youtube el video musical de “Torres Gemelas” de Delfín Quishpe. Mírenlo hasta la mitad y luego regresen a leer las líneas que siguen.

 Bienvenidos otra vez. ¿Vieron lo mismo que yo? Un hombre humilde, sin educación, sin formación intelectual, que coloca su numerito de teléfono para ver si saca a su familia de la miseria. ¡Y triunfa! Triunfa porque con su inocencia se convierte en el hazmerreír de los más ilustrados. Triunfa no por virtuoso, sino porque nos da de qué hablar.

 Ese pequeño hombre, salido de la pobreza, pero sin formación académica, es la representación de un ciudadano monigote, seleccionado por un partido político experimentado en explotar la imagen de los populares y no de los eruditos, experto en candidatizar a los que pueden ganar votos y no a los que pueden reformar su país.

 ¿En verdad, creen ustedes, integrantes de la horda enardecida que quiere ver arder a Delfín, que este pobre individuo estaba preparado para analizar financiera, técnica y legalmente la compra pública de insumos médicos en una crisis sanitaria mundial? ¿En serio? ¿Creen ustedes que un hombre marginado por la sociedad puede comprender el peso de la responsabilidad que carga sobre sus hombros al aceptar una candidatura y un cargo?

 Y ustedes me dirán: “la primera forma de corrupción es aceptar un cargo para el que no estás preparado”. Y yo les respondo: no, la primera forma de corrupción es mantener un sistema putrefacto que sodomiza a sus víctimas.

 Sin miedo lo digo: Delfín es una víctima del sistema, del sistema defendido por todos ustedes. Lo eligen porque trae votos, le encargan las finanzas públicas de su cantón porque los votos le dan el trono de madera y finalmente le cortan la cabeza porque publicitariamente resulta rentable.

 No faltará uno que me responda que lo estoy minimizando como ser humano. No, criaturita, no. Te estoy minimizando a ti que como elector sirves en igual medida que Wendy Sulca para el nobel de literatura.

 Ahora regresen al video y termínenlo, qué este habla por sí solo.

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