Cuando tuve la oportunidad de conversar con agricultores medianos y pequeños, dedicados al cultivo de la llamada palma africana, hice en este espacio una advertencia sobre el sacrificado esfuerzo que invierten esos ecuatorianos para diversificar y ampliar la producción del aceite que se extrae de esa planta y que ojalá no se tuviera que escribir un estudio, como el que publiqué en 1970 con el nombre de Historia de un triste banano, para denunciar la explotación de que eran víctimas los productores.
Durante décadas, y a pesar de que la producción y la exportación del banano era uno de los principales rubros de la economía para el Ecuador, la presencia monopolista de las transnacionales, extranjeras y criollas, controlando el mercado, metiendo la mano en el bolsillo de los productores, imponiendo sin control las reglas del juego, siempre a su favor, la supervivencia de producción y productores fue un proceso tortuoso.
Felizmente, para el país, los tiempos han cambiado y los problemas que afectan a unos, a varios o a todos los sectores (porque nadie está exento de tener problemas) no dependen de los intereses de un explotador que abusa de un explotado.
Sabemos que el Estado es consciente de la importancia de impulsar cambios en la matriz productiva: está adoptando medidas conducentes a fortalecer, estimular y cuidar la producción grande, mediana y pequeña de la prodigiosa palma africana, al igual que el banano, el chocolate, el café, los cereales y otras frutas, que tienden a convertirse en el sustento agrícola de la producción de riqueza.
La circunstancia climatológica de vivir en la mitad del mundo le otorga a Ecuador una ventaja frente a los competidores que se debe calificar como prodigiosa, porque la mayoría de la plantación agrícola produce todo el año sin interrupción estacionaria, lo que no sucede en los 2 hemisferios.
Lo importante es que gobernantes y gobernados impulsen los cuidados para fortalecer la producción, incrementar los cultivos y cultivadores, contar con líneas de crédito, combatir las plagas propias e importadas, fomentar las exportaciones, buscar mercados, mejorar y mantener la buena calidad y aplicar políticas de estímulo a quienes rinden culto al trabajo agropecuario, que ubican a este pequeño Ecuador entre los primeros productores del mundo en banano, flores, frutas, etc., y así tiene que ser con el aceite que produce la palma africana.
De su parte, está comprobado que solo la unidad organizada de los productores puede dar la fortaleza para facilitarles la conquista de la excelencia que se traduce en desarrollo, para ellos y para el país.
Complace conocer, como es público y notorio -y así lo comentan esos productores, con satisfacción y orgullo- la respuesta que reciben del Ministerio de Agricultura, a cargo de Javier Ponce, para que la búsqueda de la excelencia vaya por buen camino.