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Los años universitarios traen encuentros inolvidables: con la propia vocación, con nuevos saberes, con un tipo de formación que ya no es impuesta sino elegida. Traen además ese tren de vida que colinda con la bohemia o se introduce directamente en ella. Y por supuesto, en esos momentos de diversión no exenta de reflexión, y de experiencias vitales que muchas veces resbalaban peligrosamente hacia los excesos, siempre acompaña una banda sonora. En el caso de muchos jóvenes universitarios ecuatorianos de los años ochenta, esa banda sonora la pusieron dos muchachos que, junto con otros músicos y bajo influencias anglosajonas, así como del rock latino, y más tarde la de ese entonces nueva canción latinoamericana, decidieron, al igual que algunos otros, hacer canciones con sentido y también con calidad. Estos dos jóvenes fueron Pancho Prado y Nelson García, a quienes se uniría también el músico chileno Pedro Pino y otros reconocidos intérpretes nacionales para formar el grupo Umbral. Es imposible, para todos quienes vivimos aquella época, desconocer temas como ‘¿A dónde vas?’, emblemática canción que hasta el día de hoy, afortunadamente, sigue sonando en todas las emisoras de nuestro país y de la que incluso se ha hecho una versión sinfónica. Pero ese no es más que el botón de muestra, pues Umbral le puso, como se dijo más arriba, una banda sonora a la vida desenfadada e intensa de la juventud de los años ochenta. Canciones que acompañaban la vida, como lo hacen todas las buenas composiciones musicales.
Debido a circunstancias de la vida, el grupo Umbral, tal como se forjó en los años ochenta, sufrió una especie de ‘disolución’, pero su música continuó acompañando, tal cual esa banda sonora, el mundo de los jóvenes y los no tan jóvenes habitantes de nuestro país. Nelson García emprendió una sólida formación musical fuera del país. Pancho Prado produjo un álbum como solista y continuó escribiendo letras y componiendo canciones. Sin embargo, como rezan los versos de Armando Tejada Gómez: “Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, y quizá por eso el grupo Umbral ha vuelto a obsequiarnos un nuevo álbum que agrupa doce bellísimos temas bajo el sugestivo título de El último balcón de Guápulo. Ya no son dos muchachos, o al menos no lo son desde el punto de vista de la edad biológica, pero mantienen la creatividad y la ilusión sin freno, propias de la juventud, matizadas por la sabiduría y la ponderación que solo el paso de los años puede dar. Hoy por hoy, y gracias al apoyo de miles de sus antiguos y nuevos ‘fans’ nos conmueven con otro trabajo de tanta calidad, o más, que los anteriores. Se habría podido decir también que nos ‘sorprenden’, pero la excelencia de un trabajo hecho por dos músicos de cepa y vocación no sorprende. Emociona, eso sí, transporta, y como todo buen arte nos abre las puertas a mundos desconocidos y al mismo tiempo familiares: el inexplorado reino de nuestras almas, en donde se entremezclan los miedos y las ilusiones, las nostalgias y los anhelos.
Muchas voluntades se unieron para dar paso a este excelente trabajo de Umbral. La gente que los apoyó económicamente desde una plataforma virtual, los músicos que participaron en todo el proceso, diseñadores, fotógrafos, poetas del pasado… Y a todos ellos se les debe reconocimiento y gratitud. Pero sobre todo hay que agradecer a Nelson García y a Pancho Prado por seguir creyendo en la música y en ellos, por esperar contra toda esperanza y por marcar el camino de regreso por las puertas del mismo Umbral, para mostrarnos que tal vez el tiempo pasa y las cosas cambian, pero que nuestra vida se sigue iluminando con la luz de una creación musical hecha con dedicación y amor, como todo lo que vale la pena en esta vida. (O)