No puede darse una educación inclusiva y democrática, ni permitir el desarrollo pleno de las potencialidades humanas, principalmente de las mujeres, mientras casi en la totalidad de instituciones, sociedades y países domine la cultura patriarcal.
De la cultura patriarcal forman parte el machismo, el autoritarismo, el femicidio y múltiples formas de discriminaciones y violencias sexuales. Es la causa de las principales lacras, vicios y aberraciones humanas. El esfuerzo principal de las comunidades debe estar centrada en la eliminación de la cultura patriarcal que se arrastra por miles de años; para el efecto debe ser coordinada por una comisión multidisciplinaria de parte del Gobierno central y atravesar transversalmente a todas las dependencias e instituciones.
Las creencias de la cultura patriarcal que se sintetizan en las frases “Los hombres tienen más derecho que las mujeres”, “Para que sea de otro será mía”, “Aunque pegue y mate, marido es”, “Será mía o no será de nadie”. A lo anterior se superpone la cultura consumista que bombardea todo el planeta con imágenes e historias de violencia sexual, de superioridad del más competitivo, del macho más fuerte, que el éxito es lo que importa y no los medios, que se valora más el tener sobre el ser, completan la deformación cultural.
La extrema pobreza y los hacinamientos, de diversas edades y sexos en un solo cuarto, incita a la violencia sexual intrafamiliar.
La deficiente educación de los padres sobre el desarrollo integral de niños y adolescentes y la falta de escuela de padres, conduce a conductas sexuales desviadas.
No es suficiente que existan muy pocos excelentes y buenos establecimientos educativos, y que pocas familias practiquen una educación en libertad, con amor y respeto mutuo.
Se requiere una profunda reforma y revolucion educativa, y antes o simultáneamente una revolución cultural, para superar la violencia contra las mujeres y por una relación igualitaria. (O)
