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El Telégrafo
Alfredo Vera

Cultura: su rol en las revoluciones

12 de enero de 2016 - 00:00

En teoría, la cultura, junto con la educación y la inserción de los marginados al acceso a los servicios básicos, son las herramientas con las que se aspira a lograr las transformaciones de una sociedad, para que pueda llamarse revolución, sinónimo de cambio que justifican los grandes procesos que se aspira se realicen con la participación de toda la sociedad, sin excepción.

El concepto de cultura es tan amplio que abarca o se inserta en casi todas las actividades de la naturaleza humana, desde el ancestro del individuo hasta los legados infinitos que va dejando cada ser con solo su existencia sobre la Tierra. Los antropólogos sostienen que todo lo que hace el ser humano forma parte de la cultura, aunque admiten que la creación artística tiene una connotación especial y diferente, y que los individuos que poseen la virtud de aportar bienes creados en las artes de cualquier naturaleza son seres merecedores de un trato también diferenciado y justo.

El célebre escritor y ensayista lojano Manuel Benjamín Carrión le dio fundamento teórico y conceptual a la idea de crear una entidad pública estatal, pero absolutamente autónoma, hace 70 años con el nombre demostrativo de su intencionalidad, llamada Casa de la Cultura Ecuatoriana, de la que fue su presidente en varios períodos, la que mantendría de manera permanente el cometido de convertir la visión de la nación como una potencia cultural en el continente latinoamericano, tarea compleja porque se iniciaba de cero, aunque nunca faltaron elementos ancestrales y contemporáneos que justificaban esa ilusión.

Benjamín Carrión justificó con creces esa intención y por eso se siente que fue un gesto de verdadero reconocimiento y justicia haber puesto su nombre a la institución.
Siempre estuvo latente la posibilidad de que la CCE perdiera su autonomía operativa para que se convierta en uno más de los entes burocráticos que pierden su identidad y se desnaturalizan hasta su extinción.

Pero en cada oportunidad que surgió esa amenaza los activistas culturales, escritores y artistas de todas las ramas y poseedores de cualidades y méritos, desde los grandes maestros hasta los simples aprendices, se movilizaron con verdadera pasión a defender la autonomía como garantía de su subsistencia. Comparaban lo que había acontecido en las revoluciones en Cuba y en la Unión Soviética: en la primera no hubo escritor o artista que con absoluta libertad creativa e ideológica haya dejado de participar en el proceso con total adhesión al cambio ejemplar que se enunció desde la Sierra Maestra.

En la soviética se quiso imponer conceptos verticales que atrofiaban la creatividad individual, como es la característica de la obra artística.

¿Qué pasaría en caso de que apareciera un régimen como el que tienen ahora en la Argentina de  Macri?

Quitarle la autonomía a la CCE, en un caso así, sería como condenarla a su muerte. Fenómeno impensable e intolerable. Así que pensemos bien todos los ecuatorianos antes de que sea demasiado tarde.

Algo parecido ocurriría si a la matriz de la institución se le quisiera convertir en un núcleo, como los que existen en las provincias, como se viene rumorando constaría en la nueva Ley de Cultura. (O)

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