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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Cuba y Estados Unidos

09 de enero de 2015

En el devenir complejo de la política exterior ecuatoriana -obviamente antes del actual Gobierno- aún flotan unos cuantos escapados de la vindicta histórica de aquellas hazañas contemporáneas: la entrega de la base de Manta a una potencia extranjera y antes de ella los renunciamientos a la integridad territorial en tratados inicuos y, por supuesto, las gaffes de otros tantos exembajadores de carrera o a la carrera, que no declinaron su misión aunque quienes los pusieron fueron cesados por la ciudadanía, pero entre tanto usan sus malas artes y son parte infame en la intriga sediciosa.

Sucedió en nuestro pasado reciente y ahora algunos de ellos solventan opiniones innobles de las acciones del régimen de la revolución y sus gestiones en el campo internacional y acuden a oscuros sofismas y gastados argumentos de negociación diplomática para deformar las estrategias eficientes de nuestra Cancillería. Tal sucede en un artículo publicado en un diario de Guayaquil días atrás, donde al falsificar la realidad del actual orden universal, se niega la importante influencia  de la génesis de grandes organizaciones intercontinentales, como Brics, Eurasia, Celac, Unasur, que con fines comunes: la paz mundial, el alejamiento de imperios y de sus halcones financieros, BM, FMI, el Club de París, repudian la banca ‘buitre’ y apoyan a las agredidas patrias Cuba y Venezuela,

El Ecuador ha sido y es un ferviente impulsor de la unidad latinoamericana como fundamentales principios y métodos para la interrelación con las repúblicas hermanas; más que las palabras, sus actos lo confirman, múltiples intervenciones del presidente Correa en foros mundiales expresando su lucha contra el neocolonialismo en defensa de la libre determinación de los pueblos, y de preservar los principios de soberanía nacional y autodeterminación de los países. Muy felices actuaciones, como las que cumple actualmente en China como presidente pro témpore de Celac. Políticas de independencia  sustentada con éxito por nuestro canciller, Ricardo Patiño, en procesos bilaterales y multilaterales. En el caso del conflicto de más de 50 años entre Cuba y EE.UU., nuestro pueblo ha estado junto a la isla; sin embargo ahora, en la presidencia de Rafael Correa, es cuando la actitud decidida de su ejercicio mostró la verticalidad de su decir en hechos reales, como no concurrir a la Cumbre de las Américas o sus batallas en la OEA y la ONU contra el embargo criminal.

Empero, personajillos que calzaron el frac de los antiguos diplomáticos en su tiempo dorado, hoy llenos de envidia y rencor, se pronuncian en oposición a la pericia trazada para ayudar a la mayor de las Antillas de parte de Celac, Unasur y desde luego de nuestra tierra en ese histórico diferendo. En circunstancias que actos sustanciales, como los realizados por las cancillerías involucradas en el restablecimiento de relaciones de Cuba y EE.UU. requieren del clima político propicio en el hemisferio. Estadounidenses y cubanos, junto a Latinoamérica y su cambio de época, están en escenarios distintos a los de la Guerra Fría, las antiguas atmósferas de vasallaje frente al imperio ya no existen; por tanto, los diálogos de iguales son exigencias cuya dialéctica debe continuar y así resolver el vil bloqueo.

En consecuencia, nadie “se ha apropiado” del éxito de un proceso negociador entre Cuba y EE.UU. Los organismos subregionales y continentales claro que están jubilosos por el triunfo de la racionalidad sobre la inconciencia. Es importante que agentes diplomáticos, nuestros por cierto, jubilados ya, conozcan sobre la historia cubana, sus luchas libertarias del siglo XIX, los combates por la emancipación de 1895 y 1898, la indigna enmienda Platt. Y la aurora del 1 de enero de 1959.

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