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La historicidad del neoliberalismo como doctrina política y su cara visible en lo económico social cultural, el capitalismo financiero especulativo, es relativamente corta. Nacido en la década del setenta, con objetivos sustanciales: responder exigencias de quienes acumularon dinero proveniente de muchos orígenes, sedientos de obtener lucro urgente de sus inversiones, obviamente réditos a transnacionales, la banca, básicamente de EE.UU., de Europa y de Japón, además del crimen organizado.
Lo sucedido en los últimos 45 años, con un proceso cardinal, que sustituye el modelo capitalista keynesiano, por el capitalismo especulativo financiero, causal entre otras de la recesión mundial cuya etiología, génesis, dilatación están en varios hechos fundamentales, abandono del patrón oro para el dólar por la decisión del presidente Nixon, que estableció la emisión inorgánica mayor de EE.UU. El alza de los precios del petróleo convirtió en avatar algunas circunstancias económicas, como la inflación con presunciones de incontrolable que el orbe desarrollado logró paliar, aplicando el diseño del reciclaje de petrodólares. El tránsito de dólares sin el respaldo del metal precioso trocaron la faz de la economía planetaria. Dando partida a la globalización especulativa.
En Latinoamérica, los condicionantes del neoliberalismo hicieron presa fácil de los gobiernos derechistas y a las dictaduras militares, del Cono Sur, otros también cayeron en el espejismo del mercado como deidad fascinante. Ecuador, bajo los regímenes de los presidentes Hurtado Larrea y Febres-Cordero, generó varias acciones fragmentadas y desorganizadas, para adaptarse a los desafíos de la mundialización financiera que afectaron gravemente nuestra economía. Medidas como la sucretización para pagar el endeudamiento de entidades privadas, precisamente con los petrodólares reciclados prestados a empresarios. Utilizados también como arma letal en reservas monetarias de muchas naciones del Tercer Mundo, la dispensa y las facilidades para obtener dinero de bancos y prestamistas catapultaron a la nación a un terreno fangoso que años después revirtió en la crisis más profunda que registra nuestra historia. Todos hicieron lo suyo. En el período del presidente Durán-Ballén, la adhesión a la doctrina neoliberal fue esta vez planificada con alevosía.
La estrategia implicaba un drástico ajuste fiscal aplicando el manual del FMI, el Banco Mundial que golpeó grandemente el bolsillo de nuestros trabajadores y la clase media. La Ley de Modernización era el instrumento legal para privatizar las empresas públicas, incluyendo el IESS. La flexibilización laboral, prólogo de la tercerización, fue el regalo neoliberal de esos años. El mando del presidente Bucarán posibilitó la expectativa de trasladar la convertibilidad argentina a nuestra tierra. Para ello aterrizó Cavallo en Carondelet. La caída del gobierno de Abdalá Bucaram abortó la prueba, que al hermano país le costó una tragedia social.
Luego apareció el mandatario Mahuad, que edificó una administración con banqueros. Ellos, premunidos de su impunidad, generaron la crisis financiera mayor que registran los anales del Estado. En pleno acuerdo con la ideología neoliberal se incautaron los ahorros de miles de compatriotas, muchos de ellos jubilados, estafados por la banca corrupta que puso en jaque la vida nacional, destruyó la vida de decenas de miles de familias, cuyos padres tuvieron que integrarse a la diáspora por la cual millones de compatriotas exiliados de la miseria buscaron formas de supervivencia en otras tierras, para alimentar a los suyos y a la patria. El costo de la aplicación de las doctrinas neoliberales nos empobreció a todos en lo material y espiritual, y sin duda en esta caza de trascendencias, los culpables se escudan en la buena salud de Ecuador. (O)