Muchas y ninguna. Depende desde dónde se mire y, sobre todo, quién diagnostique. ¿Hubo una cuando renunció Alberto Acosta? ¿Otra más cuando se separaron los Ruptura, Participación y Poder Ciudadano? La última debería ser la de las elecciones pasadas y configura la peor de todas. Así por lo menos se dibuja en el escenario del análisis mediático desde hace casi dos meses, aunque los datos de los votos digan otra cosa y señalen otra realidad.
Hay un escenario de crisis cuando se avizora una imposibilidad o una oportunidad. Y en esa situación estamos desde hace siete años. Por eso lo complejo del diagnóstico. Por eso en determinado momento ocurren crisis en la misma proporción que el ritmo de actuación, la presencia de sus actores, la presión de los opositores y hasta el ejercicio político alcanza un ‘estrés’ y/o una ‘fatiga’, como ocurre en todo proceso físico, químico, social y hasta sentimental.
Superados los primeros estragos de los resultados electorales, ¿es evidente que se produjo una ‘crisis de diagnóstico’ sobre el desarrollo de la RC? Al parecer, hay indicios de una derrota terrible, según analistas y opositores. Tan grave sería esa crisis que estaría prácticamente hipotecado el devenir de la RC y su expresión política partidaria AP.
La RC necesita revolucionarse y/o radicalizarse. Lo han dicho desde Rafael Correa hasta sus más cercanos colaboradores y aliados.Del otro lado, el de los militantes, funcionarios y simpatizantes de AP y la RC, hay una crisis de crecimiento, de desarrollo, del ciclo primario de la aplicación del programa y políticas públicas establecidas en la Constitución y en el programa de gobierno. Y si es así cabría añadir, por lo que dicen también los llamados ‘líderes históricos’, la renovación, la revisión y hasta el cambio en algunos procesos, procedimientos y posturas.
Personalmente creo que sí hay una crisis, pero con unas señales a favor de resignificar un derrotero que deje atrás las complejidades propias de ese crecimiento, pero también para corregir comportamientos, prácticas y tareas que alejan ese idealismo de que todo es para bien y que pesan los objetivos colectivos antes que los individuales o grupales.
La RC necesita revolucionarse y/o radicalizarse. Lo han dicho desde Rafael Correa hasta sus más cercanos colaboradores y aliados. La pregunta reiterativa es qué significa eso y cómo se va a expresar. ¿Pasa solo por definir una política de alianzas, plantear la reelección indefinida y la renovación de AP?
No, creo que pasa por dos necesidades urgentes y de largo plazo. La primera es la definición del carácter revolucionario de la RC, aunque parezca paradójico o tautológico. Y ello conlleva revolucionar (con mucho compromiso, romanticismo, pragmatismo e idealismo) esas prácticas y comportamientos.
Lo segundo sería definir una política a largo plazo, con mucho despojo personal y grupal para transformar la realidad actual y configurar el escenario del futuro mediato. La acción política, como la mejor herramienta, también necesita una comunicación política para explicar y difundir con claridad cada paso de la transformación de la conciencia de todo el país y concretar el cambio cultural.