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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿Cuáles son las virtudes de nuestras ‘víctimas’ políticas?

11 de mayo de 2014

Parece que se ha instalado la percepción (y por lo tanto ya es un problema) de que Ecuador está plagado de víctimas. Y todo por culpa de un ser todopoderoso, tirano, perverso. Esa percepción ocurre gracias a una campaña soterrada que no explica la diferencia entre verdaderos sistemas y gobiernos autoritarios, tiránicos y violadores de los derechos humanos que desaparecieron gente, torturaron y mandaron a las mazmorras a luchadores que jamás tuvieron el mismo tratamiento por parte de la prensa. Ellos, en su momento, fueron calificados por esa misma prensa como delincuentes, terroristas y autores de actos vandálicos.

Escribir y hablar sobre las víctimas es difícil, como dice el periodista y escritor estadounidense John Lee Anderson, porque “nos genera muchas reacciones de piedad, misericordia y pena. Lo peor, creo, es que inconscientemente sentimos que son inferiores a nosotros... Y, talvez para compensar esa horrible sensación, las llenamos de virtudes. Pero la verdad es que ser víctima no es ninguna virtud”.

Cierta moralidad exacerba la condición de las víctimas cuando la prensa privada y comercial hace de ellas (donde hay asambleístas y asesores sentenciados, ambientalistas jóvenes, veedores, periodistas y medios) apología no precisamente de su real actoría política opositora. Miramos ese panorama con ‘espanto’ por la suma de denuncias y quejas que llevan al exterior organizaciones no gubernamentales, dedicadas y bien financiadas para ello, con argumentos ideológicos claros.

La verdadera disputa política nacional requiere de conflicto a partir de ideas, posturas y proyectos, no de juicios y falsas víctimas. Del lado y lado de ese conflicto requerimos aportes para el desarrollo del bien común. No es el moralismo ni el purismo, tampoco el virtuosismo opositor la naturaleza de la política que requiere esta época. Quizá en todo eso pesa un judeocristianismo crónico para no asumir frontalmente la precariedad política de disputar el poder dentro de la democracia liberal.

¿No son verdaderas víctimas aquellas que mueren por la irresponsabilidad de Guayaquil cuando un fuerte aguacero arrasa con viviendas en zonas de riesgo por el solo hecho de ser ‘ilegales’?

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