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El Telégrafo
Alfredo Vera

Continente de paz

09 de diciembre de 2014

La consigna que más escuchamos en la festividad de la inauguración en Quito de la sede de Unasur fue la de que consigamos que nuestra América sea “un continente de paz” a través de la integración de las naciones que estuvieron presentes para iniciar una nueva etapa en la vida de la institución, que debe tratar de hacer realidad el sueño de Bolívar, Martí, Alfaro, Chávez y otros enrolados en la causa de la Patria Grande.
Es un anhelo que tiene 2 obstáculos que estamos obligados a superar, porque solo en paz podremos desarrollar a plenitud los extraordinarios vaticinios de desterrar para siempre el neocolonialismo que pervive a través de las políticas imperiales de gobiernos y empresas transnacionales, acostumbrados a tratarnos y considerarnos patio trasero de quienes ejercen y abusan de su poder.

Un obstáculo mayor y riesgoso, que acaba de superar un tremendo peligro, es el acuerdo de paz interna de Colombia, que se dialoga en La Habana entre los representantes de las fuerzas gubernamentales y guerrilleras enfrentadas desde hace 50 años, cuando sus protagonistas iniciales, ellos sí, descansan en paz.

El apresamiento o captura de un alto oficial del Ejército colombiano y su exitosa devolución dispuesta por el mando guerrillero, superaron el conflicto porque no hay un cese de fuego y pudo llevar a la paralización de las esperadas soluciones de las conversaciones respaldadas por la gran mayoría del pueblo colombiano que reeligió al presidente Santos, precisamente para eso: para lograr la paz.

Por eso es que la decisión concertada por los dialogantes para declarar un cese obligatorio bilateral de las acciones bélicas de los contendientes es prioritaria, de urgencia suprema.

América entera debe ayudar a Colombia a consolidar los esfuerzos que hacen Cuba y Noruega, para impulsar a que las conversaciones solo terminen cuando se acuerde la paz.

La colectividad colombiana, que soportó, a disgusto de muchos, la injerencia extranjera para fomentar la guerra interna, estará complacida de que Unasur interponga sus mejores auspicios para lograr la paz: Ecuador, que ha sido víctima de variadas formas, desde acciones bélicas hasta la llegada de miles de refugiados, tiene la autoridad moral para brindar su ayuda en lo que sea factible.

El segundo compromiso de Unasur para que América sea en verdad un continente de paz es propiciar que Chile y Perú, a costa mutua y compartida, le den una salida soberana al mar a Bolivia.

No es consecuente que ese problema, que se creó como consecuencia de acciones de guerra y por la fuerza, perturbe la fraternidad que debe tener la relación entre países.

Por razones históricas ancestrales, desde las épocas originarias, antes de la colonización española, no se conoce que hubiese surgido algún intento de conflictividad de esos pueblos que hoy forman la vecindad Bolivia-Chile-Perú.

La familia Unasur puede y debe encontrar una solución lo menos lesiva a esos tres hermanos.

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