Publicidad
En el contexto internacional actual, en el que los países deben enfrentar enormes desafíos económicos a raíz de las perturbaciones al entorno de libre comercio global, y en el que se presentan problemas que traspasan fronteras y se convierten en situaciones transnacionales, como sucede con la inseguridad y el cuestionamiento al multilateralismo, los mecanismos de integración regional reafirman su trascendencia y plena vigencia.
En el caso de los países andinos -Bolivia, Colombia, Ecuador y el Perú-, la Comunidad Andina (CAN) se presenta como un bloque estratégico que puede ser un factor clave para encontrar soluciones conjuntas a todos los retos que se presentan en esta coyuntura. La historia de la CAN comenzó en 1969, cuando se suscribió el Acuerdo de Cartagena, que dio vida al proceso de integración regional más importante de América Latina.
El éxito de un mecanismo de integración se mide en función al beneficio que genera a sus habitantes y, a lo largo de 56 años, el motor de la integración en la CAN ha sido el comercio intrarregional. En virtud a la Zona de Libre Comercio Andina, en la que los socios pueden vender sus productos sin pagar aranceles, el comercio intracomunitario ha crecido de manera sostenida. Pasó de 52,7 millones de dólares en 1969 a más de 9.100 millones de dólares en 2024. El año pasado, el 82,9% de esas ventas correspondió a productos manufacturados.
Este dinamismo comercial ha beneficiado a las mypimes que representan más del 90% de las unidades productivas en el bloque y generan cerca del 60% del empleo.
La CAN ha impulsado avances significativos en múltiples áreas. El Estatuto Migratorio Andino permite a los ciudadanos de la subregión circular, residir y trabajar en cualquier País Miembro. El Mercado Andino Eléctrico Regional avanza hacia una integración energética sostenible. Además, desarrolla iniciativas, como INTERCOM, una plataforma que reducirá tiempos y costos en los procesos de comercio exterior, así como el Centro Regional de Inteligencia Fitosanitaria, que fortalecerá la vigilancia ante plagas que afectan la producción agrícola.
Lo que define a la Comunidad Andina es su vocación de unidad. En un contexto internacional marcado por la incertidumbre, los países están convencidos de que la integración es una necesidad. Los retos comunes que enfrenta la subregión —desde la lucha contra el crimen organizado y la inseguridad, hasta la promoción del turismo— solo pueden abordarse de manera efectiva si se trabajan de manera conjunta.
El robusto marco jurídico comunitario y el compromiso de los países andinos son factores que hacen de la CAN un bloque sólido, maduro y con mucho potencial.
A 56 años del Acuerdo de Cartagena, podemos afirmar con orgullo que la integración andina es una realidad viva, tangible y en constante evolución. Es una herramienta de desarrollo, inclusión y bienestar que beneficia a más de 114 millones de ciudadanos andinos.