Ecuador, 16 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Comunicación no violenta: el poder del lenguaje, la empatía y la compasión, en toda ocasión (8)

26 de septiembre de 2015

La compasión es un “sentimiento de tristeza que produce el ver el sufrimiento de alguien y nos lleva a identificarnos y ayudar a aliviar al otro. La compasión es un sentimiento más intenso que la empatía. “Cuando más administradores de castigos nos consideren los demás, más difícil les resultará responder de un modo compasivo a nuestras necesidades”...” La solidaridad desde el punto de vista cristiano resulta incomprensible sin la compasión”. La solidaridad es una actitud positiva frente al dolor ajeno.

M.B. Rosenberg, como epílogo de su libro Comunicación No Violenta, cuenta lo siguiente: “Cierta vez pregunté a mi tío Julius de dónde había sacado aquella capacidad suya de generosa entrega. Me pareció que mi pregunta lo halagaba y, antes de contestar, se quedó unos momentos pensativo: He tenido la suerte de contar con buenos maestros, me respondió al fin. Al pedirle que me los nombrara, dijo como recordando: Tu abuela fue la mejor maestra. Cuando tú naciste ya estaba enferma, por lo que no puedes saber cómo era en realidad. ¿No te contó tu madre que, en la época de la Depresión, acogió en su casa a un sastre, a su esposa y a sus dos hijos porque se habían quedado sin techo y sin medios de subsistencia, y que estuvieron viviendo tres años en su casa?. Yo recordaba muy bien esa historia porque me había impresionado muchísimo cuando me la contó mi madre. ¿De dónde habría sacado mi abuela el espacio necesario para ofrecer alojamiento en su casa al sastre y a su familia teniendo en cuenta que era de modestísimas proporciones y ella ya tenía nueve hijos a su cuidado? Mi tío Julius siguió rememorando la actitud generosa y compasiva de mi abuela a través de unas cuantas anécdotas más, todas las cuales yo ya conocía desde la niñez. Y después me pregunto: -Seguramente tu madre te hablaría de Jesús, ¿verdad? / -¿De quién? -pregunté yo./ -De Jesús. / -No, jamás me habló de Jesús.

Jesús fue el último regalo que, antes de morir, me hizo mi tío Julius. Me contó la historia de un hombre que cierta vez fue a llamar a la puerta de la casa de mi abuela y le pidió que lo socorriera con un poco de comida. No era raro que fueran a llamar a su puerta, porque todos los vecinos sabían de sobra que, pese a ser muy pobre, jamás habría negado comida a nadie que se la pidiera. Aquel hombre era barbudo y llevaba los negros cabellos muy alborotados. Iba cubierto de harapos y del cuello le colgaba, atada con una cuerda, una cruz tosca hecha con unas ramas. Mi abuela lo invitó a entrar en la cocina y le dio de comer, y mientras él comía le preguntó cómo se llamaba: -Me llamo Jesús -respondió él. /¿No tiene apellido? -inquirió ella. /-Soy Jesús, el Señor. /(Mi abuela no hablaba bien el inglés. Y otro tío mío, Isidor, me contó que cuando él entró en la cocina de mi abuela mientras el hombre estaba comiendo, se lo presentó como el Señor.)

Mientras seguía comiendo, mi abuela le preguntó al hombre dónde vivía. -No tengo casa -respondió él./ Pero, ¿dónde dormirá esta noche? Hace frío. /-Pues no lo sé. /-¿Le gustaría quedarse aquí? -se ofreció mi abuela. El hombre se quedó siete años en la casa. La Comunicación No Violenta era la que practicaba habitualmente mi abuela. No se paró a pensar quién era aquel hombre. De haberlo hecho, lo más probable es que se hubiera dicho que era un loco y habría hecho todo lo posible para sacárselo de encima. Pero resultaba que mi abuela tenía en cuenta los sentimientos y las necesidades de las personas con las que se tropezaba. Si tenían hambre, les daba de comer. Si no tenían un tejado bajo el cual cobijarse, les ofrecía un sitio donde dormir... Por esto quiero terminar este libro con este reconocimiento de mi abuela. Una mujer que habló y vivió el lenguaje de la Comunicación No Violenta”. Y también con estas ejemplares vidas termino la serie sobre la CNV. (O)

Contenido externo patrocinado