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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Comunicación no violenta: el poder del lenguaje, la empatía y la compasión, en cualquier situación (2)

15 de agosto de 2015

Marshall B. Rosenberg plantea: “Forma parte intrínseca de nuestra naturaleza humana sentirnos satisfechos cuando damos y recibimos algo de forma solidaria, hay dos preguntas que me han producido siempre una íntima desazón: ¿Qué ocurre cuando nos apartamos de esa actitud solidaria, cuando nos comunicamos de forma violenta y abusamos de nuestro prójimo? Y a la inversa, ¿por qué algunas personas son consecuentes con esta actitud solidaria incluso en las circunstancias más adversas?”.

M. B. Rosenberg se dedicó a estudiar los factores que obstaculizan nuestra capacidad de ser compasivos y se dio cuenta de “la función primordial que desempeñan tanto el lenguaje en sí como el uso que hacemos de las palabras -hablar y escuchar- que nos lleva a darnos a los demás de todo corazón, a conectar con nosotros mismos y con otras personas de manera que aflore nuestra compasión natural”. A este enfoque le llamó Comunicación No Violenta, con el mismo sentido que utilizaba Gandhi y se utilizará la sigla CNV para referirse a la Comunicación No Violenta o Comunicación Compasiva. Plantea formas específicas de comunicación y lenguaje que nos apartan de nuestro estado natural de compasión, entre ellas encontramos los juicios moralistas: “Tu problema es que eres muy egoísta”, “Están llenos de prejuicios”, “Esto es inapropiado”. “Echar las culpas a alguien, insultarlo, rebajarlo, ponerle etiquetas, criticarlo, establecer comparaciones y emitir diagnósticos son distintas maneras de formular juicios”. “Otra de las características del lenguaje que bloquea la compasión consiste en la comunicación de nuestros deseos en forma de exigencias y la negación de nuestra responsabilidad en lo que pensamos, sentimos o hacemos”. El uso de la expresión tan habitual: “Tener que”, como el caso de la frase: “Te guste o no, tienes que hacerlo”, ilustra hasta qué punto nuestra responsabilidad personal por nuestros actos se ve oscurecida por esta manera de hablar.

En cuanto a la expresión: “Hacer sentir”, como en el caso de: “Me haces sentir culpable”, constituye otro ejemplo más de cómo el lenguaje nos allana el camino para que podamos negar nuestra responsabilidad personal con respecto a lo que sentimos y lo que pensamos. “El primer componente de la CNV comporta la separación entre observación y evaluación. Es preciso observar atentamente lo que vemos, oímos o tocamos cuanto afecta a nuestro bienestar, pero sin que intervenga en ello ninguna evaluación de nuestra parte”. “Sin embargo, si mezclamos la evaluación con la observación, reduciremos la probabilidad de que la otra persona entienda lo que pretendemos transmitirle. En lugar de ello, recogerá la crítica y opondrá resistencia a cuanto le digamos”... “La CNV constituye un sistema de lenguaje que rechaza las generalizaciones estáticas; en lugar de ello, las evaluaciones deben basarse en observaciones específicas del momento y el contexto.

Wendell Johnson, experto en semántica, señala que nos creamos muchos problemas al servirnos del lenguaje estático cuando queremos expresar o captar una realidad que cambia constantemente: “Nuestro lenguaje es un instrumento imperfecto creado por hombres ignorantes que vivieron hace mucho tiempo. Es un lenguaje animista que nos invita a hablar de cosas estables y constantes, de similitudes, normalidades y tipos, de transformación mágicas, curaciones rápidas, problemas simples y soluciones definitivas. Pero el mundo que intentamos simbolizar por medio de este lenguaje se encuentra sujeto a un proceso, al cambio, a diferencias, dimensiones, funciones, relaciones, crecimiento, interacciones, desarrollo, aprendizaje, enfrentamientos y complejidades. Y el desacuerdo entre nuestro mundo constantemente cambiante y una forma de lenguaje relativamente estática contribuyen al problema”. A continuación mencionaré algunos ejemplos. (O)

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