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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

¿Colombia tendrá un futuro de paz y democracia plena?

25 de mayo de 2014

Como nunca antes, hoy se decide la paz en Colombia, aunque parezca una exageración. No hay duda de que las dos tendencias en disputa (para no hablar de candidatos) tienen por delante la obligación de crear las condiciones para una convivencia pacífica, eliminar los factores y los intereses a favor de la guerra, además de consolidar un sistema incluyente, participativo y con las garantías para la acción política real.

Y a pesar de todo ello, una tendencia (con un candidato y un expresidente) no es la mejor garantía para todos esos anhelos. Tiene una inclinación absoluta a la guerra, porque de ella vive y genera la mayor garantía para un puñado egoísta de colombianos. Y porque la mayor hegemonía militar del mundo ha usufructuado de ella.

Para Ecuador estas elecciones también son vitales, por lo que dice -en relación con su país, que bien puede aplicarse en contexto al nuestro- ese gran escritor William Ospina: “El conflicto ha penetrado en todos los ámbitos de la vida, está en nuestra relación con la salud y con la educación, en nuestra manera de habitar las ciudades, en la lógica de nuestras escuelas, en la relación entre maestros y alumnos, entre padres e hijos”.

El próximo presidente colombiano tiene la oportunidad histórica de acabar con una guerra de más de 50 años. Y con ello, además, consolidar y estimular lo valioso que tiene ese pueblo: una energía poderosa a favor de la alegría y la conquista de todos los sueños. Colombia no es un lugar común, es un pueblo envidiable por lo que ha hecho en medio de un conflicto sangriento. Por eso, por ejemplo, en paz se multiplicaría al infinito toda su capacidad para acabar con la pobreza.

Ya dirán algunos que los grupos armados tienen gran responsabilidad en esto. Pero no cabe duda de que la mayor voluntad de paz provino y sigue planteada desde esos grupos porque nacieron para afrontar la violencia estatal y oligárquica.

La paz es un bien que no puede quedarse en los discursos ni tampoco subastarse en las tarimas electorales. No hay que derrotar a un candidato: hay que acabar con todo el andamiaje de la guerra que sí tiene a un candidato como su garantía.

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