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El Telégrafo
Eduardo Jurado

Centro digital

16 de marzo de 2018 - 00:00

La digitalización de la sociedad está en el núcleo de los cambios económicos y sociales del siglo XXI y la tecnología va a seguir alterando todas las actividades humanas, como hasta ahora ha venido sucediendo con el comercio, las finanzas, los medios de comunicación, el entretenimiento, el transporte y la hostelería. Los servicios médicos, legales, educativos, así como los seguros y la gestión pública, se ven alterados por la incorporación de algoritmos inteligentes, inteligencia artificial y robots.

Y al hacerlo, afectarán las relaciones interpersonales, los modos de asociación, los derechos de autor, la intermediación, las relaciones laborales, la fiscalidad y la política tal como la conocemos hoy. Tuve la suerte de vivir de cerca la revolución tecnológica desde las computadoras que se programaban en lenguaje máquina y tarjetas perforadas hasta los lenguajes de programación de alto nivel; desde la informática analógica hasta las redes neuronales; y desde el software propietario hasta la computación en la nube.

Participé en la introducción de los primeros sistemas computacionales en nuestro país, en el desarrollo de las tecnologías móviles y de las plataformas basadas en la convergencia digital. Para comprender el impacto que la digitalización provocaría en la nueva economía observé hace veinte años, dos fenómenos que llamaron mi atención.

El primero fue la visión de Bill Gates sobre el hogar informatizado, denominada superelectrónica de consumo. El PC con Windows se convertiría en el centro de los hogares, ofrecerían acceso ilimitado a contenidos digitales y las empresas accederían a sistemas que aumentarían su productividad. Gates prescribió maravillosamente el futuro de la informática y pronosticó algo que hoy es una realidad.

El segundo, la estrategia centro digital revelada por Steve Jobs basada en lo que ahora conocemos como el teléfono inteligente. La pantalla táctil y el software intuitivo estarían omnipresentes. La conectividad llegaría a la mano de los consumidores que tendrían acceso a un sinnúmero de aplicaciones. El Smartphone unificaría la experiencia de la telefonía, la mensajería, la fotografía, el video, la agenda, la música, el clima, la social media, las finanzas, la banca móvil, las compras y mucho más, en un solo dispositivo.

Sería la herramienta para gestionar, editar y organizar el contenido digital, así como un centro de generación, almacenamiento y actualización de toda transacción económica.

Con la estrategia centro digital, la oferta y la demanda se hallarían a la distancia de un “tocar la pantalla táctil”. Los costes de transacción caerían sustancialmente, los mercados se tornarían colaborativos, las barreras al comercio se volverían inocuas y el centro del juego económico se situaría en manos del consumidor. Así de grande es la revolución informática y su impacto en los cambios económicos y sociales. (O)

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