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Lucrecia Maldonado

Cariñito santo

06 de mayo de 2015

Se diga lo que se diga, la maternidad es el origen de la vida, y desde esta perspectiva se puede comprender por qué se la mira como algo sagrado. Pero se olvida que una mujer en edad fértil no haría nada en este campo sin el concurso de un hombre. Paternidad y maternidad se juntan en un ciclo indeleble y sagrado. Como sagrado es el origen de la vida. Como sagrado es su final.

Por esa misma sacralidad del hecho de generar una nueva vida, es necesario que se presenten unas condiciones en donde tener un hijo no sea un ‘accidente’, un escarnio, un grave problema para quienes lo conciben, ni mucho menos el resultado de un delito.

Por otro lado, solamente el ser humano ha convertido los mecanismos de supervivencia de los individuos y de la especie, la alimentación y la reproducción, en un disfrute superior a través de la gastronomía y el erotismo.

La sexualidad no es solamente (como se ha insinuado desde ciertos ámbitos eclesiásticos, no necesariamente cristianos) un mecanismo para reproducir nuevos seres humanos sino un medio de recibir y dar placer, con amor o sin él, y en últimas, el contacto con un goce que en ocasiones puede -incluso- ayudarnos a trascender. Si bien en el siglo XX aparecieron y se desarrollaron con mayor fuerza los métodos anticonceptivos, ha sido una preocupación muy antigua de la humanidad, y sobre todo de las mujeres, poder intervenir sobre la regulación de los embarazos y así evitar el terrible desgaste de partos numerosos y sucesivos en mujeres que deben brindar una adecuada atención a todos sus hijos, y por supuesto salvaguardar el derecho que todo ser humano tiene, desde su individualidad y particular condición, de disfrutar de su sexualidad sin temores ni angustias más impuestas que auténticas.

Por esos motivos, hoy en día, la celebración de la maternidad, más que por la retórica lacrimógena que manipula la emocionalidad sin llegar a ninguna parte, debe pasar por la creación de condiciones que favorezcan a quienes hayan optado por ser madres en un mundo cada vez más cambiante: acceso a una buena atención médica en el embarazo, opciones de planificación familiar y, aunque nos duela en nuestras convicciones personales, posibilidades de interrumpir el embarazo en casos como aquel, consignado recientemente por la prensa, en el que una niña paraguaya de diez años, embarazada tras las violaciones sistemáticas de su padrastro (ahora prófugo) en un medio en donde el aborto es penalizado, ha sido internada en un hospital… nadie sabe para qué. (O)

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