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El Telégrafo

Buscar la verdad

10 de septiembre de 2012 - 00:00

Es una tarea difícil pero obligada para el ciudadano, si queremos vivir en una sociedad civilizada y democrática: “la verdad os hará libres”, aunque haya perversas aseveraciones como la de que “todo es verdad y es mentira, depende del cristal con que se mira” o la de que “la verdad es propiedad del poder”.

En esencia, el liberalismo se sustentaba en el “dejar hacer y dejar pasar”, de modo que cada sujeto hacía su regalada gana y, desde luego, a mayor poder, mayor arbitrariedad para imponer sus caprichos, por delictivos que fuesen.

En teoría existía una división de poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial. Tuvieron la desvergüenza de darle denominación de “cuarto poder” al de los medios de comunicación que, en definitiva, era la expresión pública y comunicacional del poder económico concentrado en pocas manos.

La “opinión pública” se convirtió en propiedad privada de los detentadores del poder económico, dueño de todos los poderes.

Ellos hablaban a nombre del pueblo, a nombre de la ciudadanía, a nombre de la sociedad, a nombre de todos nosotros, a nombre del país y de la nación.

El proceso de transformación que se está intentando implantar como un “cambio de época” se concentra, en última instancia, en una lucha de poder.

El poder político, distribuido en la partidocracia, decidió festinar alegremente los procedimientos para legalizar su existencia y enturbiaron las aguas del proceso electoral robando, comprando, vendiendo, falsificando las firmas que representan la identidad de los ciudadanos, como si fuese una mercancía vulgar.

Y, como son audaces y temerarios, pretenden asignar la responsabilidad o culpa de las irregularidades en las firmas al Consejo Nacional Electoral por no haber sabido impedir que hagan trampa.

Que sirva esta lección de audacia y corrupción para estar prevenidos a lo largo del proceso electoral que pretende y seguirán haciéndolo con vehemencia digna de mejor causa, asignarla al Gobierno, hasta el final, cuando histéricamente griten, como ya sucede en Venezuela: ¡fraude, fraude! ante la certeza de la derrota en las urnas por el voto popular.

Cuando la evidencia de la trampa descubierta con el tráfico de firmas obligó a revisar el 100% de ellas, se dio un paso sustantivo para establecer la verdad de las adhesiones a cada una de las fuerzas políticas que pretenden participar en el proceso electoral.

Salga “pato o gallareta” una parte de la verdad ha trascendido: la evidencia de la manipulación de la identidad de las personas.

Ojalá la justicia brille y pueda sancionar a los autores, cómplices y encubridores del tráfico de personas a través del robo de sus firmas.

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