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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Bullying

10 de agosto de 2016

No me gusta utilizar esta palabra. Pienso que, cuando existe un equivalente en castellano, utilizar palabras en inglés es renegar de lo que se es. Pero soy una minoría. De todas formas, incluso en los ámbitos colegiales en que me desenvuelvo, prefiero hablar de acoso u hostigamiento.

Sin embargo, en nuestros días, la palabra bullying tiene un matiz particular: es un acoso o un hostigamiento sistemático, sostenido, constante y tenaz (en el sentido primigenio de esta palabra). Por su persistencia, y tal vez por aquel axioma que dice que, en lingüística, lo que es un error hoy mañana es una norma, incluso ha dado origen al verbo transitivo ‘bulear’, conjugable en todos los tiempos, modos y personas del castellano.

Y precisamente ese bullying, o ese ‘bulear’ es lo que está formando parte de nuestra conspicua, creativa y variadísima campaña electoral. Al presidente Correa lo vienen buleando desde que subió al poder, si no es desde antes. Pero cuando se defiende el que está mal es él. Sin embargo, ahora, como ya no va a terciar para las elecciones, al menos hasta donde se sabe, el ‘buleo’ elige otras víctimas.

Por ejemplo, Lenín Moreno, el presidenciable más visible. La han tomado contra él. Contra su sueldo. Contra su cargo en la ONU que, en lugar de enorgullecer a todo el Ecuador, comienza a despertar las mezquindades más bajas y ruines. Y la han tomado también contra su familia. Circulan rumores en relación a un contrato, a un sueldo, a unas ganancias… En redes sociales se reproducen ‘memes’ y posts en los cuales se habla de que la hija de Moreno trabaja en tal parte, y gana tanto, y… Hay una pregunta básica, de tres palabras, que podría funcionar aquí: ¿qué les importa? Durante décadas no se les ha ocurrido hurgar en la fortuna, en el trabajo ni en la vida privada de los hijos o las hijas de nadie, aunque fuera obvio que no eran precisamente los más correctos; pero, justo ahora, como en muchas otras cosas, se les ocurre buscar hasta encontrar alguna manchita que convierta ipso facto a un puma en un leopardo.

El otro elegido para ser hostigado con todo éxito es Freddy Ehlers, el secretario del Buen Vivir, y ahí sí, nadie sabe por qué. Como sus hijos, hasta donde se sabe, viven de un trabajo validado en nuestro medio, y son -además- públicamente conocidos, no hay mucho donde hurgar ni fisgonear. Pero claro, su labor y el título de la Secretaría que regenta dan para la maledicencia, la suspicacia y el bullying intensivo. Entonces se ceban en él. Lo llaman ‘vago’, lo censuran por promover prácticas tan valiosas y sanas como el hecho de meditar o abrazar un árbol. Lo reducen, además, a parecer lo único que hace, y en el momento de enfocarse en esas actividades olvidan la gigantesca obra pública de este Gobierno y todas las transformaciones que se han hecho no solo en un sentido.

Con los ojos puestos en errores insignificantes, fisgoneando en vidas ajenas, averiguando cuánto gana quién, difundiendo datos y supuestas ‘verdades’ no comprobadas hasta la fecha, cerrando los ojos ante las acciones de sus defendidos y abriéndolos desmesuradamente ante detalles insignificantes de sus atacados, la oposición continúa basando su campaña en el chisme, la maledicencia y el rumor no comprobado, demostrando -además- una superficialidad y una ignorancia que recuerdan a aquellos versos de Antonio Machado: “Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora”. (O)

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