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El Telégrafo
Alfredo Vera

Brasil y su burbuja

14 de octubre de 2014

Recién en la tarde del domingo 5 de octubre la humanidad  se desayunó con la noticia de que había un candidato Neves que poco se lo había mencionado y que desinflaba la burbuja de Marina Silva, hasta entonces posesionada por los encuesteros como la peligrosa candidata que podía destronar a Dilma de su aspiración a la reelección.

Los encuesteros en los procesos políticos electorales son, casi siempre, como una plaga cuando trabajan para satisfacer las exigencias de quienes los contratan, porque en el cálculo de las probabilidades no existe, no puede existir, un fenómeno de que todos, toditos, se equivoquen por igual o la desconcertante coincidencia de que los encuestados, hasta la víspera de las elecciones, hayan cambiado de intención de votar por uno o por otra, de la noche a la mañana.

Se puede y se debe diferenciar entre el profesional que realiza el trabajo de hacer encuestas sin otro interés que detectar un acercamiento a la verdad y los que, aunque sean los mismos, trabajan para vender una mentira: es la diferencia entre encuesteros y encuestadores,

En Brasil, alguien o algunos políticos contrataron a los encuesteros con el perverso propósito de inflar la burbuja de Marina Silva a la que la dejaron flotando en al aire hasta que reventó y nadie salió a dar una explicación de lo sucedido.

Es obvio que la perversidad pretendía hacer daño a Dilma aseverando que el proceso iniciado por Lula feneció, se agotó, sucumbió.

Se supone que ahora no tienen la audacia de salir a decir pronóstico alguno, ni esta boca es mía, porque nadie se lo va a creer.

Si a Silva o a sus partidarios les costó mucho dinero contratar a todos los encuesteros para inflar la burbuja, ahora deberán estar arrepentidos porque resultó ‘plata botada’, como decimos por acá.

Dilma terminó primera y la señora Silva debe estar aporreada y arrepentida de haberse metido en burbuja de once varas: quedó tercera, humillada, ofendida y peleado con todos a los que traicionó con su doble discurso sobre el matrimonio de homosexuales, los programas sociales para los de pobreza extrema, etc.

Como en toda elección, la incertidumbre perdura hasta último momento porque nadie es dueño de la voluntad popular y de allí es que nace la suprema curiosidad y se genera la opción de que sobrevivan las encuestas que, como toda mercancía, a veces se venden al mejor postor, con las excepciones de rigor, aunque concluye con resultado vencido, cuando ya han pasado las elecciones y en el momento en que se puede descubrir la verdad.

Se presume que se acerca la victoria de Dilma, a la que le faltan 8 puntos y que es mucho más probable que la del candidato de la derecha, que le faltan 20, pero nadie, ni los más expertos encuesteros, puede adivinar con certeza lo que pasará, si las políticas que sacaron de la extrema pobreza a 40 millones de brasileros se terminan, se entierran.

Pero la burbuja de Brasil es lo más escandaloso que ha ocurrido en las elecciones de las últimas décadas.

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