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El Telégrafo
Ilitch Verduga Vélez

Beatriz, siempre Beatriz

05 de agosto de 2016 - 00:00

En la cima de su andar estético, y con el reto de cantar melodías que demandan esfuerzos mayores, por sus tonalidades y la orgánica corriente musical de su ritmo y a veces la opacidad de sus letras, Beatriz Gil Parra, nuestra eximia soprano, nos sorprende con su nuevo disco ofrendado al tango, romanzas, con sabor a añoranzas, amores y desengaños, que con certeza todos hemos sentido más de una vez. El jueves 28 de julio tuvimos el privilegio de oírla, en el teatro Banco del Pacífico, donde emocionó a los asistentes con el hechizo de su voz privilegiada.

Alguna vez, Ortega y Gasset estableció la impresión de hallarse frente a “algo superior” cuando una mujer bella y talentosa se presenta ante un colectivo social. Con certeza, esa reflexión que hace el filósofo español de las féminas se cumple a cabalidad frente al carácter de Beatriz en sus actuaciones. En los escenarios donde se presenta  con frecuencia, queda la impronta vital de su virtuosismo. Sus intervenciones hacen honor a sus ascendientes, seres de elevados niveles artísticos: Enrique Gil Calderón y Beatriz Parra Durango, conocidos cultores de música selecta.

Graduada en el mundialmente famoso Conservatorio Tchaikovski de Moscú, como intérprete del bel canto, profesora de mérito que, sin equívocos, ha generado la enseñanza musical en varias generaciones, trasciende con designios del artista verdadero con trato afable y delicado  que reciben quienes tenemos el honor de ser parte del numeroso conglomerado que la admira. No hay banalidad en su sonrisa ni en el diálogo abierto con la gente, que por cientos acude a recitales a teatro lleno como el que describo, en un acto también impecable en su organización.

Acompañada de los maestros argentinos Luis Gonzales en la guitarra y Nicolás Perrone en el bandoneón, el mérito de los sonidos de las cuerdas y los fuelles hizo que no se  extrañe el conjunto de sones orquestales, tal fue su magnífica ejecución. Tangos de la guardia vieja como ‘Volver’, ‘Soledad’, ‘Uno’, ‘Malena’, ‘Nostalgia’, y otros de significación reciente, llevaron al delirio a la concurrencia, muchos de los cuales son cantantes y críticos, todos ellos relevantes. Nutridos aplausos se repitieron hasta que el concierto debió terminar con una canción de evocación existencial muy importante ‘Honrar la vida’, pero el auditorio pidió más y Beatriz accedió con su gentileza acostumbrada, en esa noche que culminaron las fiestas julianas.

La cultura, como fenómeno humano, crea un lenguaje alegórico de los pueblos, que es el arte. Y la música, corresponde a la manifestación acabada de una corriente que es capaz de llegar a todos, que hermana a países y entrega la paz de Dios. El repertorio de los valores implícitos en las canciones construye la fisonomía del alma del artífice.

Teniendo como telón de fondo el pentagrama, de generación de la música clásica y popular, Beatriz Gil Parra ha logrado, como pocos, acercar al gran público a estas formas de comunicación exquisita, que como mandato espiritual y necesidad sentida de sus adherentes esperamos que continúen siempre, siempre. (O)

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