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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

ATM

06 de agosto de 2015 - 00:00

El 29 de enero de 1948 se crea la Comisión de Tránsito de la Provincia del Guayas, mediante Decreto Ley de Emergencia 140, el mismo que fue publicado en el Registro Oficial 112 del 30 de enero de 1948, cuando ejercía la presidencia de la República del Ecuador el doctor Carlos Julio Arosemena Tola. Y luego de sesenta y siete años la CTG da paso a la Autoridad de Tránsito Municipal de Guayaquil (ATM) en la muy delicada tarea de regular y controlar la circulación en esta gran urbe.

Pero la ATM ya ha estado cumpliendo funciones de control mediante la concesionaria SGS para la revisión técnica de los 350.000 vehículos del parque automotor del cantón Guayaquil a partir del 1 de julio de 2014 en los tres centros que operan en la ciudad y lo ha hecho en forma excelente para las pruebas mecatrónicas de vehículos livianos y pesados.

Tenemos mucha expectativa con las nuevas autoridades municipales a cargo de estas funciones. Empiezan con personal joven y nuevo desde el 1 de agosto, y a pesar de que hay mucha confianza en la gestión municipal, los guayaquileños reconocemos que el tránsito vehicular en la ciudad tiene muchos y serios problemas. Para empezar, la educación vial es escasa, lo cual ha creado una cultura de desorden e indisciplina que son notorios en la forma como conducimos los choferes guayaquileños y aun la forma como transitamos los peatones de la ciudad. Los vehículos con placas del Guayas son ‘perseguidos’ por las autoridades de tránsito, especialmente en las provincias de la Sierra ecuatoriana, y probablemente tienen razón de hacerlo. Y a esto se han sumado los actos de corrupción que dieron una especie de impunidad a los infractores.

Y qué decir del transporte masivo. Si bien el Municipio ha tenido un buen desempeño con la administración de la Metrovía, su servicio es todavía limitado y algo ineficiente, lo cual ha provocado que las diferentes cooperativas de buses urbanos manejen un odioso servicio que es a todas luces ineficiente y poco rentable. Largas rutas, un desconocido número de buses que bloquean a toda hora las calles de la ciudad o se lanzan en carrera en persecución de los pocos pasajeros que se arriesgan a usar ese peligroso servicio. No entendemos cómo pueden subsistir con sus unidades casi vacías en las horas pico, a menos que tengan un desconocido objetivo.

Y junto a ellos están los taxistas, de todos los colores, pues los amarillos nos despiertan serias dudas de su honestidad y los llamados ‘ejecutivos’, que funcionan casi como piratas, abundan en nuestras calles sin una clara identidad. Las autoridades han sido incapaces de poner en vigencia el uso del taxímetro, lo cual alimenta nuestra vena regateadora cada vez que necesitamos un taxi.

Y para completar este cuadro tenebroso están las motocicletas y en algunas partes de la ciudad los triciclos de carga y de pasajeros. Mucho me temía que la proliferación de estos pequeños vehículos nos convierta en una ciudad como Yakarta, que es un verdadero caos.

La Autoridad de Tránsito Municipal tiene un gran y arduo trabajo por delante y creo que todos los guayaquileños debemos colaborar para que tenga éxito. Es por nuestro bienestar. (O)

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