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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Asumirá la derecha, tras cuasiempate en Argentina

27 de noviembre de 2015 - 00:00

El macrismo ganó la segunda vuelta en Argentina. Pero por mucho menos de lo que parecía al comienzo del escrutinio: sacó 51,4% de los votos, apenas algo más de un punto por encima de lo necesario para imponerse. La ventaja sobre el Frente para la Victoria fue de menos de 3 puntos, quedando claro que el país está dividido en sus preferencias electorales, a pesar del enorme repiqueteo mediático en contra de la presidenta Cristina Fernández; esa campaña de los medios llevó a que muchos de los votos macristas fueran meras expresiones de odio irracional hacia la Presidenta por fuera de cualquier argumentación, y estuvieran ausentes de cualquier apoyo a Macri “por la positiva”.

El Frente para la Victoria, que llevó a Scioli de candidato, ganó para presidente en 14 distritos electorales, mientras la alianza macrista llegó a 9. Macri obtuvo solo 2 gobiernos de distrito propios y 3 en manos de aliados, sobre un total de 23. El Frente para la Victoria tiene mayoría propia en la Cámara de Senadores y es la minoría más fuerte en diputados, donde tendrá más legisladores que la alianza macrista en conjunto, la cual –además– está herida ya antes del inicio de su gobierno.

Sin dudas se trata de un gobierno minoritario que debiera apelar a acuerdos, a difíciles consensos y equilibrios. Así y todo, Macri se ha permitido ningunear por completo a sus aliados de la Unión Cívica Radical, los que con un seguidismo incomprensible apoyaron a Macri a cambio de nada. Sanz, jefe de los radicales, dice abandonar la política, como expresión de su fracaso; creyó que llevaba a su partido a un triunfo electoral, y lo llevó a la victoria de otro sector. Los votos fueron de la Alianza Cambiemos, pero el gobierno lo decide en todo el PRO (partido de Macri).

El gabinete que se está anunciando es por completo conservador; casi todos son o fueron empresarios o directivos de empresas, hasta la mujer que será canciller. Tal condición monocolor augura fuertes conflictos; posiciones económicas liberales que van a la devaluación, el ajuste económico y el retiro del rol del Estado, el aumento de las tarifas y la disminución del poder adquisitivo del salario.

Tales medidas se aplicarían cuando se viene de un piso económico muy alto, de un elevado nivel de consumo, y se lanzarían desde un gobierno que –por ahora y sin haber asumido– muestra mínima decisión de escuchar a quienes no sean de su propio partido minoritario, el PRO. Si a eso se suma la decisión de ir contra quienes hoy gestionan el Banco Central, la Procuraduría General de la Nación y los medios de comunicación estatales (todos sitios en que quienes hoy están, deben continuar por mandato constitucional) el escenario no puede sino augurar fuertes conflictos.

Ojalá no sea eso lo que ocurra. Macri fue acusado de buscar devaluación más ajuste, y de estar disimulándolo: es lo que sostuvo Scioli en su campaña. Tiene, el nuevo Presidente, la prístina oportunidad de desmentirlo en los hechos. Pero por ahora, nada parece orientarse en esa dirección. (O)

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