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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Assange encerrado, muerte sin fin

25 de julio de 2014

Semana convulsa. Desde el avión derribado en Ucrania -que sin mínima prueba Obama asigna unilateralmente la acción a los separatistas prorrusos- a la violenta entrada del Ejército israelí en Gaza, la situación del mundo se muestra complicada, y la actitud del Presidente de Estados Unidos aparece por debajo de las circunstancias. La insostenible afirmación de que el ataque israelí es solo una respuesta a Hamás deja de lado la virulencia del ataque sobre población civil con niños incluidos, tanto como el hecho de que cabrían respuestas a Hamás que se encuadren dentro del derecho internacional.

Sucede que no siempre Estados Unidos se muestra acorde al derecho internacional. El nuevo ejercicio de espionaje descubierto por sus amigos alemanes, hace ver que la gran potencia no reconoce amigos: espiaba el celular de Merkel, y sigue espiando todo lo que sucede en todos los sitios en donde puede inmiscuirse.

Las respuestas de Obama sobre el tema no se sabe si son demasiado sinceras o demasiado cínicas: una vez dijo que su país no tenía que disculparse por tener mejor tecnología para espiar; ahora con lo de Alemania agregó que todo el mundo sabe que el espionaje existe, y que hay que asumirlo para no tener reacciones “excesivas” a su respecto.

Mientras, la tortura sigue para Assange: la Inglaterra subordinada a Estados Unidos sigue impidiendo que él pueda salir de su refugio en la embajada ecuatoriana. La acción valiente y laudable del Gobierno ecuatoriano protege a Assange, pero no puede conseguir -al menos hasta ahora- que la mano dura del imperio deje de impedir la salida de Assange para volver a una vida normal.

Por el contrario, hemos visto en estos días a los suecos retomar la añeja y sospechosa causa contra Assange, por presuntos delitos sexuales. Hayan estos existido o no, poco importa a los efectos centrales: no se puede dejar a Assange salir a defenderse judicialmente en Suecia, pues es obvio que sería extraditado a Estados Unidos. O sea: que la cuestión sexual es el pretexto para poner en juego la libertad de Assange, tan en peligro como la de Snowden desde que se animó a hacer sus propias denuncias.

Mientras, Assange vive sus horas entre cuatro paredes y unos pocos metros cuadrados, fuera de la libertad, del Sol y del tránsito. Toda una muestra del poder imperial, a la vez que -paradójicamente- de los límites a que este se ve orillado por la decisión de gobiernos que, como el de Ecuador, no se suman a sus designios.

La cuestión sexual es el pretexto para poner en juego la libertad de Assange, tan en peligro como la de Snowden desde que se animó a hacer sus propias denuncias.

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