Ecuador, 20 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Alfredo Vera

Asesinatos a la carta

05 de agosto de 2014

Ni el clamor universal de pueblos y gobernantes hace mella a los israelitas que siguen hasta estas horas asesinando palestinos con una crueldad y sangre más que fría: congelada, como la matanza que caracterizó a los nazis cuando masacraban judíos en los campos de concentración y calles, plazas y domicilios europeos, de gente que no había cometido ningún otro delito que haber nacido judía, como ahora les sucede a los abuelos, madres y niños en la Franja de Gaza por haber nacido palestinos.

Y no es que los asesinatos en masa de la Segunda Guerra Mundial hubiesen sido borrados de la memoria de los pueblos, porque los propios judíos, los que se salvaron de la masacre, los que migraron a los centros de poder, los que tuvieron gotas de sangre en la cara, los que no pudieron dormir nunca más porque tuvieron noches enteras con pesadillas y produjeron películas, escribieron novelas, obras de teatro, canciones, poesías y conversaron relatos de la tragedia de lo que llamaron Holocausto, se encargaron de mantener viva la llama de la solidaridad, de la conmiseración, de la rabia frente a tanta sevicia y crueldad, ante la forma inhumana con la que las hordas hitlerianas segaron la vida de los abuelos de los que hoy hacen lo mismo contra los palestinos.

Contemplamos espantados, aterrorizados, que la historia se repite como si fuera una venganza de los gobernantes judíos.

Inexplicable venganza porque los palestinos fueron comprensivos, generosos y tolerantes al permitir, aunque sea de mala gana, que los israelitas fundaran su Estado ocupando territorios que habían sido ancestrales árabes, palestinos.

Pero ese no es el punto ni cabe discusión: lo intolerable es la cantidad de asesinatos de palestinos ocurridos en julio pasado, en una confrontación desigual, abusiva, prepotente, demostrativa del desprecio a toda norma ética y moral sobre la Tierra.

Es inadmisible que la humanidad entera no tenga las agallas y los mecanismos para detener una masacre así de sanguinaria.

Indigna constatar la impotencia de las propias naciones, de las organizaciones y de las estructuras que agrupan Estados, que no puedan impedir que estos asesinatos a la carta sean cortados a tiempo.

Estados Unidos está asumiendo una carga de complicidad en esa venganza contra la especie humana, que rebasa cualquier tipo de comparación de lo acontecido en el último siglo, y su liderazgo -que es indiscutible- será puesto en mal predicamento porque toda la humanidad conoce de su influencia sobre los israelitas. Y su voto solitario en la ONU así lo evidencia.

Contenido externo patrocinado