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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Arrasan con el empleo

05 de febrero de 2016 - 00:00

En países que, como Venezuela o Ecuador, dependen en mucho del petróleo, sin dudas se están sintiendo las consecuencias de la baja del precio del crudo a nivel mundial. Pero, dado el tipo de gobierno que tienen, hay un posible efecto que no se está dando: el de cesantías masivas, el de despedir a mansalva a trabajadores en todos los ámbitos, especialmente el estatal.

En Argentina, donde la derecha se ha instalado después de doce años de kirchnerismo, se logró ayer desactivar (tras fuertes amenazas sindicales de ‘incendiar el país’) la expulsión de miles de trabajadores del petróleo en la Patagonia. Es un avance. Pero ello no obsta -en una economía que no depende mayormente del petróleo- para que igual se esté echando empleados en grandes cantidades, en diversas áreas del Estado. Tanto, que algunos llaman al presidente el ‘Cesar’, sin acento: es decir, el que cesa, el que cesantea. Se ha expulsado ya -se calcula grosso modo, pues el total es incalculable en municipios, provincias y estado nacional- a unos 35.000 trabajadores, y hay quienes advierten que se llegaría a unos 65.000. Nada menos.

Es interesante el contraste con Argentina, para advertir en otros países el futuro que diseñarían las derechas en caso de volver al gobierno. Se diría rápidamente que el Estado se ha sobredimensionado, que hay que achicarlo para abrir un ‘saludable ajuste macroeconómico’. Y se procedería a los despidos. En Argentina se usa el tenue argumento de que se trata de ‘ñoquis’, gente que no trabaja, pero es obvio que en casi ningún caso ha habido evaluación metódica del cumplimiento de funciones de los cesanteados. Otro ‘argumento’ es que los echados serían ‘militantes’. No se sabe desde cuándo ser militante podría ser delictuoso o inaceptable; sobre todo cuando para el gobierno macrista militantes son solamente los que no son propios; los de sus propias agrupaciones no parecen llevar ese rótulo pretendidamente ofensivo. Sin atención a estas disquisiciones, varios funcionarios -se ha denunciado en la poca prensa que no es oficialista- ya han incorporado en cargos estatales a sus propios parientes.

El espejo argentino es imprescindible para otras latitudes, donde -confusamente- hay quienes atacan a gobiernos que tienen limitaciones y problemas, pero que no son liberales ni pro imperialistas, como si fueran la voz misma del imperio. A no engañarse. En Argentina se gobierna sin Congreso y por decreto, se intenta ubicar en la Corte Suprema a jueces ‘en comisión’ designados por el Ejecutivo -hecho insólito para cualquier país del mundo-, se ha aumentado la tarifa eléctrica hasta el 700%, ha habido devaluación, hay inflación galopante, se busca poner límites a los pedidos sindicales en negociaciones paritarias -aunque se declame lo contrario-, las balas de goma abundan en la represión a la protesta social y en general a los sectores sociales marginalizados. Y, por si fuera poco, se despide trabajadores a destajo.

Esa sí es la política de la derecha pro imperial para Latinoamérica. Es importante tomar nota: nadie, estando ya sobre aviso, podría alegar desconocimiento si colabora, en otras latitudes,  a que se instalen parecidas políticas retrógradas, que llevan a una monumental redistribución de la renta hacia los sectores más privilegiados de la sociedad. (O)

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