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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

Aprender a envejecer

23 de agosto de 2014

El pensamiento de Maurice Chevalier: “La vejez se hace fastidiosa tan solo cuando uno se pone a mimarla”, se actualiza por la vigencia de la jubilación voluntaria y obligatoria, según la Ley Orgánica de Servicio Público. Inicialmente, hombres y mujeres con más de 65 años de edad cuestionaron la ley, pero atraídos por el incentivo económico y la rapidez en el trámite para acceder a la jubilación, miles de servidores del Estado se entusiasmaron y se acogieron al merecido descanso.

Determinados columnistas de medios ‘independientes’ se agregaron a la protesta, e incluso calificaron la medida como despido intempestivo, pero al final se silenciaron al comprender que la decisión del régimen del Buen Vivir significaba una acertada invitación a los servidores de la tercera edad a disfrutar de un espacio de tranquilidad y esparcimiento como respuesta a su valioso aporte en el campo laboral.

El tránsito del ser humano en el ámbito terrenal es un proceso biológico y mental. La apariencia física y el equilibrio emocional del hombre y la mujer se evidencian según su modo de vida en el intenso peregrinaje, desde que nace hasta el ocaso de su existencia. Unos se marchitan rápidamente, por dolencias, vicios o extrema pobreza; otros, excepcionalmente, lucen vigorosos, saludables y aun con energía para mantenerse en actividad, como si no hubieran pasado los años.

Recuerdo a ciertos columnistas de medios comerciales que surcan más allá de los 70 años, opuestos a la jubilación del adulto mayor, sosteniendo como justificativo el legado de obras científicas y culturales estructuradas por los genios de la historia, en plena ancianidad. En casos excepcionales, en nuestro medio, siguen laborando periodistas de televisión con ayuda de la cirugía plástica; mientras otros aceptan el paso del tiempo y entran, sin reparo, al último tramo, tras sus agitados años de trabajo.

Rigen actividades laborales, como la del maestro, que por las características de su rol requiere de un oportuno retiro. El maestro ecuatoriano, además de su título profesional, sentido vocacional, capacidad, honradez, tolerancia y confianza en la juventud, necesita disfrutar de excelente salud para disertar con aplomo y movilizarse con facilidad en el aula y mantener firmeza, indispensable en el control de la disciplina, hoy más que en otra época, en que la juventud afronta extravíos por la decadencia de la institución familiar.

En el ámbito periodístico, el fotógrafo, camarógrafo y reportero que desarrollan su complejo trabajo profesional en el sitio de los acontecimientos, procuran su jubilación en el tiempo prescrito en la ley. El locutor y presentador de noticias en televisión, no por el cambio de su imagen, sino por la falta de nitidez en la expresión, merecen en su momento una justa y meritoria pensión jubilar. El campo del jubilado es otro, investigación, analista, asesoría, según su especialización. Por su propia responsabilidad hay que abrir las puertas para el ingreso de las nuevas generaciones que, con ímpetu, esperan servir a la sociedad y la patria.

Temen a los años, hombres y mujeres que no aprendieron a envejecer. Es tiempo para entender que es indispensable diseñar un plan de vida que abarque el tránsito terrenal hasta el final de la existencia. La vejez se vuelve triste cuando se carece de un mañana. Aceptar la vejez es grandeza humana. El mediocre se asusta de sus años y se ofende cuando se los recuerdan. Es viejo el que se esconde, siente alegría por el pasado que no volverá y desprecia el futuro y la esperanza de vivir mejor.

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