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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Algunos candidatos sin programa de gobierno

25 de julio de 2016

Cuando se trata de elecciones, de campañas electorales, de querer alcanzar el poder político, parece que todo vale, incluso, y para colmo de males, regresar a las prácticas políticas de la década de los ochenta y noventa del siglo pasado. Prácticas que fueron rechazadas totalmente por la mayoría de los ecuatorianos que decidieron ponerle fin a un modelo de hacer política totalmente caduco.

Sistema político con graves problemas que durante décadas siempre favoreció a las élites y que desde los ochenta se contaminó del neoliberalismo y llevó al Ecuador a la peor crisis de su historia. Con tantas lecciones sociales, económicas y políticas, parece que ciertos políticos, ante la falta de creatividad, de ponerse a pensar en lo que requiere el país para el presente y futuro, tomaron el camino más corto y fácil, el de ser opositores a todo, sin medida, sin importar nada; imbuidos, en la creencia absurda del rechazo total a todo lo que ha vivido el ecuador durante está década, que sin duda ha sido ganada para la mayoría de ecuatorianos.

Esa práctica de rechazar todo, de oponerse a todo va teniendo su cima, cuando se trata de candidatos; vemos que la tan publicitada “unidad”, no fue más que el sueño de ciertos dueños de medios de comunicación, que a toda costa han forjado todo tipo de unidades, y no saben cómo lograr que sus clientes se pongan de acuerdo, por fin, sobre el candidato “único”. Esos medios de comunicación han evolucionado hasta convertirse en activos partidos políticos reales, frente a la decadencia de organizaciones políticas surgidas por puro oportunismo electoral.

El resultado, una vez más, es una lista de candidatos a la presidencia sin ton ni son; de la lista quedan solo los nombres, los gritos, el mismo discurso repetitivo de oponerse a todo, pero lo más grave para la política y el futuro del Ecuador: la carencia de ofrecerle al país algo sensato, con criterio de planificación; que dé cuenta de conocer la realidad del país y de lo que necesita la gente.

Esa práctica de hablar de todo y de nada. La tara del pasado neoliberal, nuevamente va inundando los espacios de los socios mediáticos. Ese  es el convencimiento de creer en la política por puro interés, de alcanzar un cargo y desmantelar los derechos sociales. Eso lo vemos en alcaldías y gobiernos de América Latina. No podemos aceptar la banalización de la política como en la década de los noventa, no podemos regresar al circo político neoliberal; del cuento cansoso de que las ideologías no importan, ni los valores, sino solo el puro oportunismo de ofrecer tonterías que se venden como espejitos.

Todos pagamos los errores de creer que el mejor político es aquel que no cree en la política, que el mejor representante de la ciudadanía es aquel que es apolítico. Pura falacia que nos llevó al descalabro social. Debemos rechazar por principio el discurso vacuo, superficial, desmemoriado, facilista, de ofertas que no se podrán cumplir nunca.

Pero sobre todo identificar los intereses, los auspiciantes, los inversores, socios que impulsan al candidato-producto y denunciarlo. No podemos regresar al pasado de la partidocracia neoliberal, enemiga de lo público, de la educación y salud gratuita, pero gran amiga de aquella banca que robó la dignidad y la esperanza del país. (O)

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